Son poco menos del 5% de la población aborigen de 17 etnias que aún subsisten en el Paraguay. Hoy a algunos los vemos en plazas y calles mendigando. El ser nativo ha dejado de ser ancestral propietario de la tierra y con el tiempo y la poca o nula atención que recibieron pasó a ser propiedad de empresarios que la usan para hacer dinero en la casa original de nativos forzándolos a vivir como puedan en lugares como la Plaza Uruguaya la otrora “selva aromada” en los versos de Manuel Ortiz Guerrero.
El 2022 puede seguir siendo luctuoso o lamentable por seguir careciendo de la asistencia efectiva que necesitan los indígenas para vivir dignamente y dejar de mendigar. Hacen falta ideas y planes que funcionen de verdad para por lo menos comer algo y no continuar durmiendo en las aceras o bajo algún techo solidario. La forma humillante de hoy los hacen perder su casa dejándolos desamparados y sin posibilidad de tener una vida propia que merece cualquier ser humano.
No es solo la salud lo que compete cubrir bien a nuestras autoridades sino también la integración y seguridad que deben tener los grupos minoritarios que en democracia también deben tener posibilidades mínimas para dejar de vivir con miedo a desalojos, y convertidos en hambrientos tirados en la calle cómo desperdicios humanos, degradando la condición. Todo esto era de ellos antes de que llegaran los españoles. No hay que olvidar nada de esto y actuar en consecuencia.