Existe una sensación generalizada de que el Gobierno ha perdido el control de la economía, que se le ha ido de las manos la capacidad de articular políticas públicas y financieras que hagan que la vida de la gente sea menos miserable, menos pobre y que realmente se construyan expectativas optimistas o positivas de cara al futuro.
El Gobierno está en un año electoral, y lo que tiene que hacer es simplemente parchar, como sea, todos aquellos aspectos de la economía que pueden terminar descarrilando su propio gobierno; y en ese afán ha conseguido que una cantidad importante de recursos vayan a financiar los precios de los combustibles, haciendo que dos combustibles de alto uso tengan un precio subsidiado.
Cada vez que ocurre una palabra como esta se prenden todas las alarmas afirmando que vamos camino a la Argentina, que es el peor de los ejemplos en términos de subsidio y los altos costos que supone a la larga a la economía de un país. Lo peor es que no hay opciones ni alternativas a eso, todos los políticos están en campaña y nadie presenta ninguna idea racional porque no quiere enojarse. No reducen el tamaño del Estado porque los funcionarios se enojarán, harán huelga y no votaran por los candidatos oficialistas, y así existen otros argumentos en igual orientación.
Es decir, vamos camino a una situación en la que vamos a lamentar que hemos perdido el control de la disciplina fiscal, estamos muy lejos de un Gobierno con capacidad de ejecución de obras económicas, trascendentes e importantes; y una sensación generalizada de que vamos a lo que Dios es grande.