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Manzanas podridas

Corría el año 2016 cuando Alexa Torres,  coordinadora de la pastoral juvenil de la parroquia de San José de Limpio, formuló la denuncia contra el ex cura párroco Silvestre Olmedo, quien, aprovechándose de la confianza que existía entre ambos, manoseó deliberadamente a la joven.

No alcanzarían las páginas de este diario para narrar las chicanas jurídicas y recusaciones de jueces. Fue solicitada una pericia sicológica a la joven denunciante -lo que fue rechazado por el Tribunal-  y siempre la defensa obrando sobre el mismo supuesto: está medio loca o es un poco rara. No faltaron testimonios a favor y en contra, ardides leguleyos y otras justificaciones de la defensa y de la institución a la que pertenece el religioso, incluso de algunos sectores de la sociedad civil, que se encargaron de ponerle un aire de familia a este proceso que vuelve a la actualidad, luego de cinco años.

El Tribunal de Sentencia, encabezado por el presidente Juan Carlos Rocholl, condenó a un año de cárcel con suspensión de la ejecución de la pena al sacerdote Silvestre Olmedo por haber manoseado a la joven Alexa Torres, en el 2016. La querella y la Fiscalía pidieron 2 años de prisión, con suspensión de la condena para Olmedo, mientras que la defensa del religioso solicitó absolución de culpa y pena. “Poner la mano sobre los senos y apretar (sic) es una invasión de libertad de la persona que recibe(sic), más aún teniendo la desaprobación pasiva o activa de la persona, es un hostigamiento”. Finalmente, el Juez enfatizó que: ha quedado completamente comprobado que existió un hecho de acoso, así como de hostigamiento.

Mientras esto ocurre en Paraguay, en el mundo hay cientos de casos que narran historias similares. Spotlight (conocida en Hispanoamérica como En primera plana), ganadora del Óscar a la mejor película en 2015, narra cómo la iglesia católica de Massachusetts ocultó un importante número de abusos sexuales por distintos sacerdotes en Boston.

En 2019 el periodista y escritor francés Fréderic Martel, presenta ‘Sodoma’, obra que denuncia la “doble vida” y la “hipocresía” en el Vaticano. El libro fue editado en 20 países, 8 idiomas y es el resultado de cuatro años de investigación, 1500 entrevistas y la ayuda de 80 colaboradores.

Martel tiene solo palabras buenas para el papa Francisco: “El papa entendió el sistema del cual él mismo es un prisionero. Su más famosa frase es “detrás de la rigidez, a menudo hay una doble vida”, diríamos que es ‘gay friendly’ si lo comparamos con todos sus predecesores. Sin embargo, él es un opositor radical al matrimonio gay”, advierte el escritor francés.

Cito solo estos dos casos, por demás relevantes, pero desde que la información circuló en tiempo real por las redes sociales, victimas, arrepentidos y resentidos por un pasado que no pueden dejar atrás, son parte del paisaje cotidiano de las informaciones religiosas.

Libres de pecado
Atrás han quedado los tiempos donde Silvestre Olmedo recibía una reprimenda de sus superiores, lo cambiaban de parroquia o país y continuaba con su ejercicio eclesiástico hasta que algún día dejaba este mundo plácidamente. Las legislaciones en todo el orbe han ido actualizándose y lo que era un pecado, hoy es un delito. Y lo que era el sometimiento de la mujer al silencio y el perdón celestial, han pasado a ser derechos en ejercicio y demandas hasta en los Juzgados de un perdido pueblo; todo el mundo comentaba por lo bajo, pero nadie hablaba. El temor era el gran disciplinador de conciencias y arrebatos de indignación.

Alexa Torres, se mostró satisfecha. “Por fin la Justicia paraguaya fue justa con una víctima de acoso…en este juicio mismo se vio cómo los sacerdotes se defienden, encubren a otros sacerdotes, porque supuestamente mancha el nombre de la iglesia”, señalaba al salir del palacio de Justicia de Luque.

Más allá que la sentencia sea justa o injusta, materia opinable para lectores, juristas, sectores del clero y la feligresía, lo que es innegable al hecho, es el principio de autoridad “terrenal y divina” que el ex párroco ejercía sobre la catequista. Este principio está en casi todas las legislaciones y es el que determina la culpabilidad, por encontrarse la víctima en una situación de “indefensión psicológica, moral o física”.

¿Y por qué nosotros no?
Desde que los obispos “asesoraban” al señor feudal sobre los secretos del pueblo, han transcurrido varios siglos y al parecer hay costumbres que se mantienen inalterables. Delitos se cometen en todas las instituciones. Cuando se trataba de establecer cómo y porqué, Cesare Lombroso, médico y criminólogo italiano allá por 1850, en su Libro “Luomo Delinquente”, ya sostenía que no debe haber ser humano al que no se le haya pasado en algún momento por su mente la idea de delinquir.

No se entiende muy bien por qué los hombres y mujeres inclinados a vocaciones pastorales no habrían de cometer algunos de los pecados privados o delitos públicos, responsables de faltas, equivocaciones o tentaciones de la pérfida naturaleza humana. En fin, para todos los gustos y como usted prefiera y en la época de la postmoralidad, el abanico está incluso mucho más abierto.

Casi junto con la sentencia de Silvestre Olmedo, en el ámbito internacional la información daba cuenta del reconocimiento de la “responsabilidad institucional” de la Iglesia en los abusos sexuales a menores en Francia, que una comisión independiente estimó en más de 216.000 casos desde 1950, y que sentaron ahora las bases para la indemnización. Los obispos decidieron nutrir este fondo “desprendiéndose de los bienes inmuebles de la Conferencia Episcopal de Francia y de las diócesis”, dijo su presidente Éric de Moulins Beaufort.

Como en todas las organizaciones públicas, privadas, religiosas o laicas, la teoría de la manzana podrida siempre estará presente. Ese comportamiento contamina a toda la organización. La pregunta surge entonces naturalmente: ¿por qué no apartar la manzana podrida? ¿Por qué no castigar con todo el peso del derecho penal y del derecho canónico al responsable? ¿Quién o quienes impiden un castigo justo, como ocurre con mucha gente cuando delinque?

Cada lector seguramente en este delicado tema tendrá su propia reflexión, desde los distintos cristales con que se analice el tema y quizá, más de una respuesta y varias nuevas preguntas.

Tratando de encontrar un poco de luz, la entrevista de “Vatican News” da cuenta de la declaración del Arzobispo Monseñor Scicluna, secretario adjunto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, “la iglesia ya ha dado los pasos legislativos necesarios y debemos actuar en forma más decidida y positiva”. En cuanto a las recomendaciones del informe, “el Arzobispo está de acuerdo en que hay que reflexionar más sobre los derechos de las víctimas en los procesos canónicos.”

No cabe duda que la Conferencia Episcopal y otros teólogos paraguayos manejan estos textos de corrido. ¿Por qué tanta reticencia y falta de castigo ejemplar? ¿Por qué la ausencia de indemnización a las víctimas?, son preguntas que quedan pendientes.

En estos tiempos donde lo que sobran son piedras, obstáculos y tropezones, sería más que saludable ocultar menos, callar menos y tirar todas las piedras necesarias sin ocultar la mano. Tal vez las generaciones venideras, no tengan que sufrir hechos como el de esta nota, ni la justicia tardía se tome 5 años para llegar a sentencia.

Arturo Enzo Bregaglio
Arturo Enzo Bregaglio
Abogado. Periodista y Lic. Ciencias de la Comunicación. Fundador y director de Radio Sur (Córdoba) y Radio Trinidad/ViVa (Asunción). Vicepresidente por América Latina y Caribe de AMARC (Asociación Mundial de Radios). Numerosos cursos de Comunicación Política y Derecho a la Comunicación en América Latina, Canadá y Europa. Consultor de la organización para la Migración Paraguaya. Gestión de las campañas en Estados Unidos, Brasil, España, Francia, Italia, Suiza y Argentina, para el logro del voto de los paraguayos en el exterior.

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