Ser presidente es una de las tareas que más exigen capacidad administrativa casi sobrenatural en cualquier país del mundo. Primero por tener que lidiar con los servidores o funcionarios públicos que son más de 300.000 , sus demandas o carencias y lo que cuesta tenerlos funcionando bien .
Hace poco me tocó escuchar una palabra extraña a mi vocabulario mental; “macilento” por lo que recurrí al diccionario para su definición y sinónimos encontrando que esa palabra es definida como: “triste y flojo”. Lastimosamente en Paraguay somos testigos frecuentes de un sinónimo de dicha palabra como mustio. En estos días el poder ejecutivo ha hecho una maniobra inesperada que fue hacer cambios en su gabinete que dejaron a su administración más triste, decaída y macilenta.
Los ministerios son fusibles y a veces empezamos a juzgar su calidad sin antes ver su gestión para ver y sentir que nuestras contribuciones son usadas de forma coherente y útil para la ciudadanía. Esperemos no perder la paciencia y no tener la necesidad de llegar a manifestarnos exigiendo mejor calidad del servicio público que ahora en cuarentena se hace evidente que no fue la mejor para el demos.
Así cómo entendemos lo difícil que significa administrar una república es fundamental que nuestros funcionarios funcionen mucho mejor y más en tiempos excepcionales. El rostro del gobierno nos demuestra las características de un macilento desbordado por su propia ineptitud con varios pendientes acumulados a lo largo de su gestión. Hay que cambiar no solo por las apariencias sino también por la realidad.