Los ancianos de una comunidad del Guairá se quedaron sin unos recursos que el Ministerio de Hacienda remitía de forma mensual para hacer más llevadera la vida miserable que llevaban alguno de ellos.
Ahora se han quedado sin esos recursos y el Ministerio de Hacienda, al mismo tiempo que les saca a los ancianos marginados del Guairá y de otros sectores socialmente vulnerables, tuvo tiempo para incrementar los ingresos de cada funcionario de su cartera de Estado, entregándole esos G. 2,2 millones de bonificacion familiar.
No lo hicieron solo los de Hacienda, dirán ellos, sino también los del Banco Central y de otros entes descentralizados que trabajan a pérdida. Si el Estado no tiene conciencia en su interior de las cosas que son prioritarias, lógicamente en un momento determinado puede haber una reacción vigorosa como la que se dio en estos días en Colombia, cuando su ministro de Hacienda presentó una propuesta de reforma tributaria.
No hay margen para seguir pensando que las modificaciones tienen que ser sostenibles para unas personas calificadas de perezosas, holgazanes y corruptas, en la mayoría de los casos, con algunas excepciones.
El Estado paraguayo necesita tener en cuenta lo que está ocurriendo en otros países y no esperar a que terminen por incendiar el Ministerio de Hacienda, como aconteció hace muy poco tiempo en las calles de Asunción. Tendríamos que ver circunstancias rápidas y precisas. El Estado tiene que cortar definitivamente los gastos, que no tienen ninguna razón ni tampoco fundamento en tiempos normales, y peor aún en tiempos de pandemia.