La política exterior paraguaya necesita ser renovada con propósitos más claros. No es suficiente con que el canciller Acevedo se queje de que el Mercosur no funciona. La gran pregunta tendríamos que hacernos es ¿y cuándo funcionó?.
Si en las cosas en ordinarias, normales y fáciles, aquellas que tienen que ver con el movimiento de mercaderías y de personas, no hemos avanzado casi nada en 30 años, ¿qué podríamos haber reclamado en tiempos de pandemia?
Además, con las dos locomotoras funcionando realmente en situación calamitosa, como el caso de Brasil y de Argentina. Estos países no son lo que fueron Francia y Alemania en el proyecto integrador de la Unión Europea. Ambas naciones sudamericanas pasan por situaciones dramáticas, con cantidad de personas fallecidas, con un desastre en términos económicos y con una muy mala conducción política.
Los tres elementos que vuelven imposible creer que el proceso integrador pueda ser un territorio fértil para encontrar soluciones a los problemas comunes. Hay que dejarse de simular y engañarnos, no vivimos más que en función de nuestros propios intereses y todo aquello que se finge creyendo que estamos trabajando en conjunto, cuando llegue a las circunstancias que realmente deberían probar ese tipo de accionar, quedan muy lejos de la realidad.
El hecho de que Paraguay no pueda vender la energía de Itaipú a la Argentina o a cualquier otro socio del Mercosur, nos demuestra que estamos muy lejanos de los verdaderos propósitos integradores que deberían guiar este tipo de propósitos.
