La pandemia no mató el gusto por los libros en papel
El libro tradicional, el que se imprime en papel, sigue con buena salud, lejos de la desaparición dictaminada varias veces desde el nacimiento de Internet. Los encarnacenos, por ejemplo, van a celebrar su 18 feria en los próximos días, siguiendo una tradición iniciada en 1994 en Asunción y que luego se extendería a todo el país. Estas ferias no son sólo exposición y venta de libros sino también charlas, conferencias y posibilidades concretas de que los lectores habituales puedan hacer preguntas a sus escritores favoritos, nacionales y extranjeros.
La pandemia provocó un vacío en las convocatorias de este tipo a escala mundial. La industria editorial, que también sufrió el impacto de una caída en sus ventas, está reacomodándose tras las devastadoras secuelas del COVID.
Para tener una idea de cómo se mueve el mundo de las editoriales, tomemos tres de los países con mayor producción editorial en habla castellana.
En 2019, España produjo 82.347 títulos nuevos, de los cuales 60.740 impresos y 21.607 en digital. El total de libros en papel llegó a 229 millones.
México, el siguiente mayor editor, produjo 99 millones de ejemplares, seguido ese mismo año 2019 por las editoriales argentinas con 23.200 novedades impresas y 11.000 en digital. Las prensas entregaron en total 43 millones de ejemplares.
Aun cuando los libros en papel han ido cediendo terreno ante internet, está muy lejos de desaparecer. Y eso que la oferta digital está aumentando de manera descomunal. El proyecto Google Books, por ejemplo, ya lleva digitalizados alrededor de 130 millones de títulos. Solo en 2019, al tiempo que las editoriales tiraban toda la carne al asador, Google subía casi 40 millones de nuevos títulos con lo cual la inmensa biblioteca virtual ya araña los 170 millones de títulos.
Finalmente, las librerías ganan terreno y sorprenden. En Buenos Aires, El Ateneo funciona en un antiguo teatro. La librería Selexyz en Maastricht, Holanda, se instaló en un antiguo templo gótico cuyos vitrales iluminan las estanterías. En El Péndulo, ciudad de Méjico, los libros comparten espacio con plantas y flores. Y la librería Lello, en Oporto, se ubica en un sorprendente edificio de estilo neogótico, con una espectacular escalera caracol central, recibiendo hasta 3.000 visitantes diarios.
Los libros viven. Las librerías también.