La corrupción afecta a todas las instituciones del Estado y la debilitan. Esta fragilidad hace que la misión de luchar contra el crimen organizado sea muy difícil, y que el terreno sea totalmente fácil para los narcotraficantes. A esto hay que sumarle la justicia corrupta y selectiva, que responde a grupos políticos que tienen nexos con los criminales.
La Justicia se puede comprar, las sentencias se pueden mandar a redactar a gusto; siempre y cuando haya dinero y nexos políticos. El problema es complejo, es estructural. Y si seguimos por este trayecto que mantiene a los políticos corruptos, a los ministros improvisados, con la justicia contaminada y un presidente sin liderazgo, el caos y la inseguridad se intensificarán.
La pelea entre mafiosos nos pone en peligro a todos. Y la tragedia de San Bernardino demostró que el sicariato ya está en varios departamentos del país. Anteriormente, estos episodios se podían ver solamente en Pedro Juan Caballero y alrededores, ahora hay en Central, Cordillera, Caaguazú y otros lugares.
El político liberal Carlos Mateo Balmelli dijo que la profesión de sicario se ha instalado en el Paraguay, y que hay una ola de violencia que nos mantiene a los ciudadanos en zozobra. Este político incluso habló de una grave crisis en materia de seguridad, y que será complicado salir del problema por la fragilidad de nuestras instituciones. Realmente, vivimos en un terreno descontrolado por las fuerzas de seguridad, en un espacio en el que los criminales hacen lo que quieren, en donde los que deberían estar presos se pasean tranquilamente por las calles, evadiendo controles y hasta borrando antecedentes del sistema de la Policía Nacional.
La inseguridad es tremenda. Todos estamos expuestos. Y desde las instituciones del Estado no nos dan las garantías para vivir libremente y sin miedos en nuestra tierra.