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La vivienda como herencia

He escrito quizá demasiado acerca de mi generación, los millennials, una diferente cómo las que nos anteceden y preceden por muchas condiciones; económicas, políticas, sociales, culturales y una lista importante de circunstancias que inciden en la vida humana. Ninguna fue, es o será mejor que la otra porque cada grupo está integrado por individuos con características particulares que pueden ser útiles o inútiles al grupo que integren. 

Finalmente cada congregación de personas; familia, grupo de amigos, compañeros de trabajo o estudio, etc, es la forma particular de comportamiento y acción  de cada integrante. 

Y seguimos con vida dependiendo de nuestras rutinas, hábitos y lo que hagamos y cómo seamos con los demás y con nosotros mismos, porque, cómo una vez escuche, el peor enemigo del hombre es uno mismo. 

Al continuar viajando en nuestras vidas necesitaremos de comida, techo, ropa y comodidades que nos ayuden en el trabajo, entretenimiento y lo que hagamos en nuestro día a día.

Entre lo citado, quizá lo más importante sea la casa o lugar  donde vivir, algo que hoy ya vemos una importante cantidad de oferta desde el sector inmobiliario; terrenos, departamentos, alquileres y lo que esté relacionado con espacios propios par dormir, comer, asearnos o trabajar individualmente o en familia, de acuerdo a las prioridades de los que habiten la casa.

Una herencia singular

Ahora según veo al titular de un artículo en la red que dice que “Se viene la gran solución al problema de vivienda de los millennials: la herencia por la muerte de los boomers”. Algo incómodo para la persona que le toque morir cómo para los que quedamos con vida sin padres, tíos, abuelos o conocidos mayores de edad, porque ya no estarán los que se preocupaban y hacían algo por y para nosotros, es cierto también nos llaman o llamaban la atención por algún error cometido. Todo  aunque moleste en el momento, es una importante ayuda para no repetir lo equivocado otra vez mañana.

El artículo del cual me he atrevido a copiar su título viene de la realidad española, donde  los precios de la vivienda disparados, contratos precarios y la inflación tan elevada, se le suma una aún más dolorosa: los millennials solo podrán acceder a una vivienda en el momento más triste de sus vidas, la despedida de nuestros progenitores.

Ellos que han trabajado y algunos incluso continúan remando o corriendo en las carreras que les han dado lo que no debemos esperar tener cómo herencia, porque realmente no es fruto de nuestro trabajo y no nos pertenecería con autenticidad por no tener nada de nuestro esfuerzo.

La realidad en España y quizá en otros países es que la pérdida de los seres queridos nos permitirá tener una propiedad o acceder a la entrada de una hipoteca. Algo que puede servir para algunos y para otros no nos hará sentir o tener comodidad en nuestras vidas ya sin nuestros mayores existiendo en los mismos lugares donde alguna vez existieron. Ya no volveríamos a verlos, escucharlos y sentirlos nunca más, porque sabemos que después de la muerte solo quedarían las fotos, videos y grabaciones hechas de ellos. 

Ahora ese “desagüe” o tiempo en el que los hijos o millennials deberíamos tener la seguridad y confianza de abandonar nuestras casas parece algo muy difícil para muchos de mi generación que con educación, algunos incluso con experiencia de trabajo e incluso ya con uno, seguimos viviendo con mamá y papá que quizá ya están algo saturados de nosotros, y por respeto o para no incomodarlos como muchos  dicen.

Las señales de independencia no se tratan solo de casarse, tener un hijo o trabajo, sino sobre todo planificar y actuar bien en nuestro hoy para asegurar nuestro mañana y el de las personas que pretendamos sigan a nuestro lado por el tiempo que sea posible.

Esperar la herencia de la casa y otros valores parece ser lo único que nos liga entre nuestros ancestros y nosotros de cara al futuro cercano.

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