Por Benjamín Fernández Bogado
La intempestiva visita y rodeada de ropajes de ilegalidad de Mauricio Macri, expresidente argentino, a su par, el ex mandatario paraguayo Horacio Cartes, nos dejan varias dudas en torno a si todavía seguimos pretendiendo ser una República en una de esas características el respeto a la norma, la igualdad de trato a todas las personas es una de las características centrales. En el Paraguay existen rígido protocolo sanitario para todos aquellos que desean ingresar a nuestro territorio y que afecta a miles de connacionales que viven en el exterior. Muchos de ellos, preferentemente en la Argentina, que desde hace varias semanas realizan manifestaciones frente al consulado paraguayo en la capital argentina, pidiendo la posibilidad del retorno, que se vuelve complejo y difícil, ya que no hay tantos albergues donde tendrían que pasar la cuarentena.
Macri vino al Paraguay rodeado de una tonta vanidad. La misma que le rodea al ex presidente Cartes. Y en nombre de esa tonta vanidad han tenido que romper con el protocolo sanitario y de mostrar la imagen de que en el Paraguay, si tienes poder y dinero, las normas no te restringen para nada, puedes violarla por completo. Si anteriormente el mbarete, la prepotencia, la fuerza era lo que demostraba las características de la dictadura, en democracia pareciera que aún no hemos acabado con dos de sus grandes lastres.
Esta es una república democrática en un país en donde debería regir el Estado de Derecho y en donde todos, por lo tanto, somos iguales. El ingreso de Macri en condiciones absolutamente ilegales nos muestra lo lejos que aún estamos de esa condición, en donde la ley sea para todos y no solo para algunos. La tonta vanidad le ha jugado una muy mala pasada tanto a Macri, a Cartes y a Abdo.