Con muy buenos auspicios surgió el Ministerio de la Mujer en el Paraguay. Se le dio estatus, el más importante de todos dentro del gabinete, en el ánimo de hacer que la agenda de las mujeres, históricamente relegada en el país, tenga un mandamiento mucho más amplio y mucho más pronto.
El ministerio de la Mujer se encontró con las realidades culturales complejas. Tuvo una primera prueba cuando Fernando Lugo fue sujeto de un escándalo de una menor con quien había tenido una hija y que apareció como hecho escandaloso sin que el ministerio dijera absolutamente nada. Se alineó a la estructura del poder y cumplió a rajatabla lo que era su misión administrativa, pero no su misión como institución.
Ahora tenemos un caso similar, la ministra Nilda Romero dio su apoyo a las dos mujeres que acompañaban a los dos sujetos del escrache y de la violencia en un restaurante el pasado día sábado.
La pregunta es si el Ministerio de la Mujer es también tan eficaz, tan asustado, tan sorprendido cuando se trata de personas que no tienen la cercanía como la que tienen las dos que estuvieron acompañando a uno que es el secretario general de la Presidencia y el otro es un candidato a concejal por el Partido Colorado en Asunción.
La gran pregunta es si el daño moral no está siendo hecho todos los días conviviendo con estas dos personas, que tendrían que solidarizarse con la situación y la condición que se encuentran ellas con estos dos personajes bastante criticados de la sociedad.
La nota del Ministerio de la Mujer demuestra de nuevo la inveterada disciplina hacia los conceptos del machismo y para nada la construcción de una idea de justicia y de feminidad en varios de los actos y hechos sociales en el país.