Ese es el título de un libro publicado en 1999 del profesor argentino Guillermo Jaim Etcheverry, quien fuera rector de la UBA y es médico de profesión. Con el escalpelo de un cirujano disecciona el fracaso de lo que fue alguna vez el mayor activo de ese país. En una reciente entrevista con el también médico y periodista Nelson Castro pareciera haber estado describiendo nuestra realidad.
La misma con la que venimos debatiendo desde hace más de 30 años cuando se fue el genocida de la educación: Alfredo Stroessner que invirtió el miserable 1% del PIB en educación en 35 años de gobierno. Todos los líderes que tenemos son hijos de esa educación castradora, inconducente y mediocre.
En el programa de TV el Dr. Jaim Etcheverry dijo que en su país solo la mitad de chicos que terminan la educación media entienden lo que leen y dos de cada tres no pueden hacer bien simples operaciones matemáticas. Igual que aquí hay alumnos de sexto grado que no saben leer ni escribir. Citó a Sarmiento quien les dijo a los ricos en 1848 que inviertan en educación antes de cosechar en espantos, muertes y secuestros su falta de compromiso.
Es fundamental volver a lo básico como sumar, restar, leer, escribir y entender por sobre todo que la tecnología no hace mejor la educación y que las computadoras o herramientas tecnológicas no dejan de lado a los maestros. Citó a Steve Jobs quien se lamentó de hacer creer a muchos que las computadoras resolverán todo cuando la educación es el milagro que hace el maestro todos los días en clases.
La educación ha caído por querer hacerla más fácil, simple, sin evaluaciones rígidas y una tendencia al facilismo, y el concebir a la escuela como lugar de opresión y no de libertad, crecimiento y placer. En Paraguay todavía no alcanzamos a concebirla como un gran escándalo pero sus consecuencias ya son trágicas.