Comentario 3×3
Por Benjamín Fernández Bogado
Una de las cuestiones que ha vuelto a sacar la Covid-19 son las grandes dificultades que tiene el Estado a la hora de adquirir bienes y servicios. En la mayoría de los casos hay sobrefacturaciones y se compran productos o se realizan obras de mala calidad. Esta situación que se presenta en el Ministerio de Salud también prueba y muestra la gran distancia que existe entre los técnicos y los administradores. Mientras los primeros dicen que las mascarillas no cumplen los requerimientos establecidos, los administradores tratan de tapar porque está de por medio el negocio con la empresa que va a vender el producto y el Estado que va a comprar minimizando el mismo.
El propio Ministro Mazzoleni no sabía que una dependiente de su Ministerio le había sugerido que no se adquirieran las mascarillas que posteriormente sí fueron compradas por el Estado. Cuando los técnicos se quejan que el Estado paraguayo no los escucha tienen razón y cuando mandamos a formar afuera a aquellos que realmente tendrían que la misión de vigilar y controlar la calidad de los productos nos desencantamos y decepcionamos cuando no les hacen caso o terminan contados por los administradores de ocasión que continúan con los pingues negocios de siempre.
El Estado paraguayo compra de nuestro dinero más de US$ 4.000 millones anuales y se afirma que el porcentaje de corrupción o de sobrefacturación para decirlo en una sola palabra es superior al 30%, una cantidad enorme de recursos que bien podría haber creado un sistema de salud, un sistema de educación de alta calidad si escucháramos a los técnicos y si los administradores tuvieran la capacidad de luchar por los intereses colectivos y no estar vendidos a los negocios de las empresas particulares que trafican productos mal hechos con el Estado paraguayo.