Los talibanes ya lo habían demostrado cuando gobernaron ese paìs asiático. Las mujeres no deben estudiar y ser sometidas al hombre porque esa es la interpretación que tienen del Corán aplicado cómo instrumento teocrático. Desde el 7 de mayo se impone de nuevo el uso del burka a las mujeres afganas a las que se anima a quedarse en casa y no salir ni a trabajar ni educarse. Limitando la libertad de movimiento fuera de un espacio cerrado pareciéndose a una prisión que existe como castigo por un delito que han cometido o en espera de juicio.
Afganistán es una sociedad tradicional, y algunos consideran necesario usar el burka. un velo que cubre todo el cuerpo y solo deja una rejilla a la altura de los ojos para poder ver. Algo incómodo para poder moverse, trabajar o existir en cualquier espacio. Esta prenda se comenzó a usar desde principios del siglo XX durante el mandato de Habibullah (1901-1919) y los talibanes la fuerzan a su uso cómo imposición del modelo político que quieren aplicar a las mujeres de ese país.
Tiempo de obscuridad
Lo que llama la atención a esta parte del globo es la mala actitud con el género femenino que no solo da vida sino la sostiene con lo que puede y se ingenie para hacer lo que se espera sea sostenido y mantenido por ambos: hombres y mujeres para hacer la base de una sociedad fuerte.
Sin miedo a nada o nadie en terrenos donde ya conocemos el potencial de las mujeres es probadamente enorme y estas restricciones renovadas de los talibanes vuelven a condenarse a perder múltiples oportunidades en una vida que vuelve a condenarlas casi a la condición de sirvientas. Sin miedo a lo que sea irracional o no tenga sentido de temer por nada para las mujeres que deben existir para desarrollarse y vivir en libertad cómo lo hace el resto de seres vivos en el planeta. Afganistán vuelve a la obscuridad de tiempos que se creían habían preteridos hace tiempo. La lucha vuelve a plantearse hacia adentro y hacia afuera.