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La mutación en la lucha por la vida

Secretario General del Comité Central del Partido Comunista Paraguayo

Como solíamos intercambiar con el profe Beinstein, las crisis embrutecen a mucha gente y a la vez generan lucidez en otras personas. El coronavirus se expande en estos momentos en unos 150 países del mundo, generando una pandemia que golpea a la forma de ver el mundo y de vivirlo, cuya base es el modo de producción capitalista, generador de hombres y mujeres explotadores, y hombres y mujeres explotados.

La lógica capitalista de la competencia, la propiedad privada, la explotación y el individualismo, predominó en la videoconferencia realizada por el presidente chileno Piñera para intercambiar experiencias con otros presidentes sudamericanos sobre el combate al coronavirus, en donde invitó a la racista y golpista Jeanine Áñez Chávez, usurpadora de la presidencia en Bolivia, pero dejó de invitar al Presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro, cuando en Venezuela también se está expandiendo esta pandemia, en un gesto propio de la miserabilidad que tienen los explotadores. Aclaro que no se trata de ver a quién dejar fuera del intercambio, en realidad se trata de incluir a todos para reforzar la experiencia colectiva.

Y eso es justamente lo que demostró la actitud cubana. La lógica socialista del trabajo colectivo y complementario, la propiedad social sobre los medios para producir, el intercambio solidario y la defensa de los bienes comunes como propiedad de la humanidad,  hizo que el gobierno cubano permita que un crucero británico con cinco infectados por coronavirus, luego de que el crucero reciba la negativa en diversos puertos de otros países, se quede en la isla y sus tripulantes fuesen atendidos hasta iniciar, en estos días, la vuelta a su país, luego de una exitosa y humanista revisión y cuidado. Y esto se dio a pedido del gobierno británico, presidido por el xenófobo y ultraderechista Boris Johnson, a pesar de las diferencias político-ideológicas entre ambos gobiernos.

Resulta que las crisis o los momentos extremos, lo que hacen es mostrarnos tal cual somos. Por eso que en algunos casos logra mostrar lo mejor de nosotros, y en otros muestra lo peor. ¿Servirían las crisis para delimitar el mundo entre buenos y malos? Definitivamente no. Porque ser una mierda de persona o ser una persona empática y solidaria guarda relación, por sobre todas las cosas, con el proceso que vivimos en nuestra familia, en nuestro barrio, en nuestra sociedad, a lo largo de nuestra historia.

Esa combinación de belleza y monstruosidad que nos habita hace síntesis positiva o negativa en momentos de crisis, de acuerdo a las mayores fortalezas que tengan una u otra expresión.

Entonces, si los valores solidarios, de trabajo colectivo y de complementariedad, son más poderosos, nuestra paranoia puede mutar en solidaridad. Si, por el contrario, fuimos víctimas de los valores capitalistas como el individualismo, la competencia y la mezquindad, nuestra solidaridad mutará en paranoia que terminará favoreciendo la catástrofe. El sentido común es la expresión de las circunstancias en las que los seres humanos nos relacionamos para desarrollar nuestras vidas como partes de la naturaleza. En el capitalismo la solidaridad, el valor del trabajo social y colectivo que complementa talentos y capacidades, son atacados duramente por la mezquindad, el individualismo, la competencia, el sálvese quien pueda.

La mutación de la solidaridad en paranoia o de la paranoia en solidaridad está determinada por la lógica dominante. Por eso es que durante las crisis se pueden ver a millones de personas volviéndose más mezquinas, intolerantes, violentas, racistas, por un lado. Y por el otro vemos a personas demostrando mayor solidaridad, generosidad, tolerancia, comprensión, humanismo. Entendiendo el funcionamiento de estas lógicas o formas de ver el mundo y de vivirlo es que, creo, Rosa Luxemburgo lanzó su consigna “Socialismo o barbarie”.

Por eso, disputar el sentido común dominante del capitalismo con unidad de la clase trabajadora, ejercitando nuestra capacidad de sentir a los demás, de ubicarnos en su lugar y entonces cuidarnos, es la forma más eficaz de combatir pandemias y demás crisis, además de profundizar las raíces de la nueva sociedad sin explotadores ni explotados, tan necesaria como posible para el renacimiento de lo mejor de lo humano.

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Expertos en Historias urbanas.

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