Con muy pocos días de diferencia, el comienzo del año nos trajo la muerte de dos mujeres jóvenes e inocentes. Dos mujeres que un día antes, jamás imaginaron que dejarían este mundo, ni que la tragedia que les tocó vivir, forma parte de un cotidiano que hacer, donde lo absurdo se va volviendo normal y la normalidad, en su creciente deterioro, ya parece no formar parte de nuestra sociedad.
El sábado 15 de enero del 2022, Helen Monserrath Recalde Barreto, de 18 años, pensó que no era una mala idea compartir con su familia una caminata por la Costanera de Asunción. De pronto, por un momento, se recostó en una columna de alumbrado público y fue fulminada por una descarga eléctrica en plena tarde de sol y sin mediar aviso de peligro alguno. A metros de distancia, el cartel YO AMO ASU, reflejaba impávido, los costos que a veces tienen estos amores ciudadanos.
El domingo 30 de enero, dos semanas después, Cristina Vita Aranda, de 29 años, desde temprano se preparó vistosamente para partir a San Bernardino, donde se anunciaba el concierto Ja’umina Fest y todo prometía que la fiesta no tendría fin. Al promediar la mitad de la tarde y en pleno recital en zona VIP del anfiteatro José Asunción Flores, acompañada de su marido, Vita recibió un impacto de bala en la cabeza y fue trasladada al hospital, donde no pudieron hacer nada por salvarle la vida.
Hasta aquí dos muertes, dos mujeres paraguayas, dos mujeres en la plenitud de sus vidas y el mismo infortunio para compartir un destino común. La vida tiene estos paralelos, pero parece ser, que luego de la muerte, nuestros finales públicos y mediáticos, son líneas que nunca más habrán de cruzarse y con el transcurso de los días, las paralelas nunca volverán a tocarse.
A Helen Monserrath Recalde Barreto, no la conocimos ni la conoceremos. Un medio apenas le regaló una fotito carnet y muy poco supimos de su humilde origen, sueños, aspiraciones o sentimientos. Al día siguiente los espacios vinculados a esta muerte fueron ocupados por el MOPC, la Municipalidad de Asunción y ANDE que, tal como se acostumbra, se culpaban unos a otros como si fueran instituciones de países distintos, tratando de esquivar la responsabilidad frente a un hecho de esta magnitud en un espacio público.
Cristina Vita Aranda, modelo desde los 15 años y conocida influencer, pasó a ocupar todos los espacios escritos, radiales y televisivos. Las redes sociales disputaban quién conocía más de sus “actividades artísticas” y los medios no ahorraban espacio en multiplicar las sugerentes fotografías, varias ligeras de ropa, y que medios internacionales, no tardaron en reproducir apelando al viejo esquema “sangre, sexo y lágrimas”, inventado hace 150 años por William Hearst, fascista convencido, pero en versión digital con pleno arraigo en “la sociedad del espectáculo”, al decir de Vargas Llosa.
Aldo Recalde, padre de Helen Monserrath, la recordó: “Su vida estaba empezando, era la alegría de la casa. Acá hay una negligencia total; si no era mi hija, le iba a pasar a otra familia”. El padre de Helen Monserrath, indicó que está pensando demandar a la Comuna y lamentó la falta de respaldo de las autoridades ante el difícil momento que están atravesando. Federico Mora, jefe de Gabinete de la Comuna “se comunicó conmigo, pero solo para decirme que lamenta mucho lo ocurrido y que se ponen a disposición de la familia”. Han pasado las semanas, y el olvido y la falta de recursos de Recalde para iniciar la demanda se volvieron cómplices del MOPC, la Municipalidad de Asunción y ANDE. La disposición municipal se quedó a la espera de la próxima víctima y de este tema YA NO SE HABLA.
Vita, al parecer lo tenía todo. No le faltó nada a esta historia de éxito y glamour. Casada con un conocido futbolista, este se prodigó mediáticamente para expresar sus sensaciones de dolor y hasta terminó alimentando el fervor popular. Marchas y manifestaciones pusieron color al luto, y a pesar de todas las desprolijidades del concierto, sin guardias ni seguridad alguna, los fans de Vita arremetieron contrala la residencia del vapuleado presidente Mario Abdo Benitez, quien trataba en esos momentos de explicar lo inexplicable: cómo los narcos llegaron tan cerca de Asunción. Los organizadores del concierto prefirieron ir con la música a otra parte, y a la fecha, como tantas veces ocurre, no queda muy clara su responsabilidad ni han trascendidos los nombres de los responsables de un concierto de esta envergadura con pandemia o sin ella.
Luego de casi un mes de los luctuosos sucesos, algunos medios vuelven sobre la muerte de la Influencer y especulan lo que hubiera podido dar a nivel del arte urbano y la rutilante carrera que se le truncó. Era una modelo paraguaya que prometía mucho y en estos tiempos, nadie representa mejor al Paraguay que sus modelos. Sino, miren cómo nos fue con mis Universo; ahora somos más conocidos en el mundo.
En poco tiempo, este par de historias pasarán al olvido. Tal vez lo único que nos quede pendiente es saber si nuestro modelo de sociedad es el de una juventud emprendedora, estudiosa y comprometida con el futuro de su país, o todo será obra de una pasarela de modas, donde la frivolidad y el entretenimiento ligero, nos ponen cada día una heroína nueva hasta que unos años más tarde, inexorablemente el paso del tiempo les dirá con toda su crueldad que: ESTA YA NO VENDE y deberá ser reemplazada por la nueva joven de turno y con sonrisa perpetua, que nunca pasa de moda.