Los partidos políticos, en la mayoría de los casos, son simplemente cáscaras que no reflejan para nada ninguna doctrina, don o tradición. La ruptura más plena, más completa, se dio con la irrupción de Cartes en la vida política hace más de 10 años.
Ahora, el propio expresidente lanzó de nuevo, en Areguá, al candidato de su movimiento, Santiago Peña, que es un exliberal, y como vicepresidente a Pedro Alliana, a quien calificó como «un buen chico» y «un regalo de Dios». Los tradicionalistas colorados deben estar ahora de cama viendo esta nueva irrupción de dos jóvenes referentes del Partido Colorado en la actualidad, pero que militaron en partidos distintos con anterioridad.
Uno es del Partido Liberal, otro del Encuentro Nacional, y también debe ser un cachetazo a la cuestión del partido. Aquel que alcanza la presidencia se supone que va camino a una candidatura presidencial, pues eso no pasará tampoco con Alliana, al menos en el adelanto que ya ha hecho el líder del movimiento y verdadero propietario del mismo, Horacio Cartes.
Esto nos demuestra que los partidos, en realidad, no reflejan para nada todo lo que dicen representar. No vemos para nada el Partido Colorado de Caballero, ni tampoco de otros prohombres de esta agrupación política, que desde el momento que apoyó a la dictadura de Stroessner durante 35 años y luego buscó recapacitar sobre ese pasado, apoyando el golpe de Estado en un sector al menos del mismo, hoy vemos que están completamente desconcertados y no existe una línea en torno a nada, lo que existe es aquel que tenga capacidad económica para afrontar los costos de campaña y que pueda pagar a los operadores encargados de juntar, de arrear a gente. Fuera de eso, el partido es una mascarada.
