Tomen nota los tiernos que aspiran a bancas en el Congreso para 2023
Anibal fue un gran general cartaginés que en el 216 antes de Cristo comandó un abigarrado ejército en la batalla de Cannas con el cual derrotó a las legiones romanas que lo doblaban en número. Confiando en su superioridad numérica, el cónsul romano cometió el error de descuidar sus flancos y atacar de frente. Los cartagineses cedieron el centro y para cuando los legionarios advirtieron su pifiada, era tarde. Un ataque envolvente y letal consumó la más grande victoria del “amado de los dioses”, etimología del nombre Anibal.
En la Cámara de Diputados no hay ningún Anibal, ni tampoco algo parecido a un cónsul romano. Lo que sí hay de sobra es astucia y sentido de la oportunidad. La pequeña Cannas del lunes pasado evidencia que para alcanzar un objetivo no siempre hacen falta cantidades masivas de votos sino saber estudiar el terreno, medir los tiempos y operar con rapidez. Los defensores de la Fiscal General del Estado esperaron con paciencia que sus adversarios se distendieran y cometieran un error táctico, que no tardó en llegar. En la sesión de marras, los detractores del juicio político advirtieron en el terreno que había muchas ausencias ajenas y suficientes votos propios para dar quorum. En maniobra fulminante, abrieron la sesión, cerraron el debate y llevaron el tema a votación. Con apenas 28 votos sobre una plantilla total de 80 legisladores, los anti juicio político mandaron el proyecto al archivo, una vez más. Los pro juicio apenas sumaron 15.
Se durmieron o tal vez creyeron, en su imaginación, que acabado el interminable periodo de exposición de los puntos de acusación, los votos caerían en dominó hacia la casilla de la destitución de Sandra Quiñónez.
El amateurismo de los frustrados enjuiciadores quedó evidenciado en las expresiones del diputado Edgar Acosta y su colega Kattya González. El primero creyó que los adversarios no lograrían mayoría y la segunda estaba segura que, retirándose del recinto, dejarían la sesión sin quorum. No les cabe el calificativo de ilusos sino otro que preferimos no decir por razones de urbanidad. En la política de trinchera, creer es una imprudencia y estar seguro es letal.
Tomen nota los tiernos que se lanzan a la política. Hacen falta, son imprescindibles. Pero no pierdan de vista la fauna que van a enfrentar. Tiene fea cara, peor talante y cuando ejecuta, lo hace sin miramientos.