Los casos de crímenes y robos se han incrementado en los últimos meses, ante la mirada atónita de policías y fiscales que no logran contener esta ola de inseguridad en la que estamos.
No pasa un solo día en que algún crimen de características notables nos sacuda de una circunstancia en la que podemos terminar acostumbrándonos a vivir en sangre, en luto, en robo y en persecuciones.
El Paraguay requiere una autoridad en ese sentido y el ministro del Interior debe dar señales claras de que sabe y entiende de este asunto. Pareciera que la Policía Nacional anda por su cabeza y que el Ministerio administrador, el del Interior, no tiene la capacidad de ponerlos en cintura.
La policía es más noticia por los casos de corrupción que ocurren en su interior. Grandes desfalcos, grandes robos en los vales de combustibles y otros tipos delictuosos hacen de que nuestros uniformados estén en la tapa de la información noticiosa, más como delincuentes que como agentes para perseguir a los agentes delictivos.
Nosotros estamos teniendo una situación en la que la inseguridad puede terminar minando nuestra confianza en la propia democracia y muchos nostálgicos autoritarios pueden decir: «a pesar de todo, quiero volver a los tiempos oscuros de la dictadura porque al menos ahí no existían tantos delitos ni crímenes como ocurren en la actualidad».
Cerremos el camino y la coartada de los autoritarios y nostálgicos con un eficiente trabajo de la policía, concentrada en su labor de resguardo de la seguridad y del orden en el país.