Hubo un tiempo en que la clase política, los gobernantes, candidatos y aspirantes a ingresar a la política se referían al conjunto de ciudadanos y ciudadanas con el genérico sustantivo: EL PUEBLO.
Sobre el tan “venerado” PUEBLO y en su nombre, se cometieron miles de atropellos, limitaciones a la libertad y otras decisiones aberrantes, utilizando de manera frecuente la famosa frase: la voz del pueblo es la voz de Dios.
Con la globalización, EL PUEBLO pasó a ser menos sujeto y más objeto de acuerdos internacionales, cumbres salvadoras y otros entretenimientos, cuyos resultados en los países emergentes no han sido los mejores ni hay mucho por destacar en términos estadísticos, más allá de las buenas intenciones o prismas ideológicos de la realidad a ser analizada.
En Paraguay, desde hace un tiempo se modernizó el lenguaje; El PUEBLO paso a un segundo plano y apareció en forma destacada la importancia de LA GENTE. Con la actual administración de gobierno se marketineó a LA GENTE hasta en el logo de la administración municipal más recóndita, que aún espera desde los comienzos de su existencia, poder llegar a la capital, con “un camino todo tiempo”, como les gusta decir a nuestros encargados viales.
La aparición de la pandemia y su saldo luctuoso de 12.000 almas y varios contusos entre los recuperados, puso al descubierto que LA GENTE, prioridad en los logotipos, no lo es en la salud pública, tampoco en la educación y mucho menos en el crecimiento económico que se dio en el país en las últimas décadas.
La historia oficial no pierde oportunidad para destacar nuestra baja inflación, estabilidad monetaria y crecimiento diferenciador con los países de la región, lo cual es un dato cierto, que cada gobierno no deja de nombrar a nivel nacional o en foros multilaterales.
Lo que NO SE NOMBRA por gran parte de nuestra clase política y que aparece con toda claridad en el Informe Regional de Desarrollo Humano 2021 de Naciones Unidas, es el grado de desigualdad existente. Siguiendo dicho informe, se señala que “la desigualdad del ingreso en los países de América Latina y Caribe es mayor que los de otras regiones con niveles similares de desarrollo.”
LA GENTE percibe, a juzgar por el bajo nivel de participación en las últimas elecciones, votos en blanco y otros indicadores de disconformidad que “la desigualdad, como la pobreza, es multidimensional y va más allá de los ingresos”. Lo llamativo es que la pobre oferta electoral se ve compensada en los candidatos más votados en Asunción, con el viejo argumento de la captación de necesitados que muy pronto verán el “reino de los cielos”, con las promesas repetidas hasta el cansancio, que generalmente no se cumplen, pero dejan algunos dividendos para un fin de semana distinto.
LA GENTE, percibe que esto forma parte de un sistema injusto, pero aún con las listas abiertas no termina de identificar cuáles son las medidas o acciones para salir de la trampa. El ámbito municipal es el escalón más cercano a las necesidades de la ciudadanía de a pie. Pero luego de tantos ensayos, marchas y contramarchas, la sensación generalizada es que los que se ofrecen para hacer de Asunción la capital verde de las Américas, hace tiempo que han perdido el rumbo y solo los intereses económicos marcan su ruta y su destino.
El acceso a los servicios públicos y otros derechos, especialmente los transportes están determinados por una pelea de nunca acabar entre empresarios identificados con el mismo color político de la administración de turno, pero con los viejos intereses económicos, más voraces y descarados, y la que paga los platos rotos, nuevamente es LA GENTE.
¿No sería éste un buen momento, a tres meses de las elecciones municipales, para comenzar con la escuela democrática del poder local, que más allá de los colores partidarios, ofrecimientos y prebendas, la ciudadanía asuncena se plantee que es LA HORA DE LA GENTE?
Esto no significa que todo va a cambiar de la noche a la mañana, ni en una sola administración municipal. Tal vez la vieja frase y mil veces repetida y no aplicada, tiene la oportunidad de ser nuevamente utilizada: MAÑANA DIGO BASTA.
BASTA de tener derechos y no ejercerlos. Todos y todas somos GENTE, que merece no solo respeto, sino también resultados y una mejor calidad de vida. BASTA de ser arreados con caramelos y chupetines, traficando con lo más glorioso de historias partidarias, fundadas por liderazgos honestos que son aprovechadas por rufianes que no tienen ni Dios, ni Patria y el vil metal es el único motivo que los convoca a servirse de La GENTE.
BASTA DE DECIR BASTA, y al día siguiente al acto electoral, volvemos al mismo conformismo, a la abulia y la apatía que nos tiene postergados desde hace varias décadas. No solo se trata de votar mejor, también de controlar mejor y denunciar mejor. No son procesos fáciles ni rápidos, pero necesarios si queremos que comience un nuevo tiempo de LA HORA DE LA GENTE. El desafío mayor y cargado de futuro, consiste en dar el primer paso.