Se estudiará en los libros de historia: el gobierno socialista liderado por el presidente Pedro Sánchez tiene el merecimiento de haber logrado los peores indicadores económicos de la democracia española. La última perla de la demencia socialista, del abismo político, económico y moral en el que se encuentra España, es el autoritarismo de su gobierno, que acaba de aprobar que los supermercados puedan limitar las compras de los usuarios cuando existan circunstancias de fuerza mayor.
¿Quién se podía imaginar que la España moderna llegaría a esto? Realmente cualquiera que tenga mínimos conocimientos de historia, y sepa del habitual legado que suelen dejar las políticas socialistas que, al igual que los bárbaros de Atila, siembran destrucción y pobreza a su paso. Más del 95% de los precios han aumentado y en España el Índice de Precios del Consumidor (IPC) se ha encabritado hasta el 9,8%, el valor más alto en 37 años, debido, principalmente, al costo de la luz, los carburantes y alimentos.
La inflación desbocada en España no es casualidad sino consecuencia de una nefasta política monetaria basada en deuda, inyección de dinero a empresas y ciudadanos, subida de impuestos sin criterio, penalizar la libertad de empresa y restringir las posibilidades de hacer negocios con mayores niveles de burocracia. Muchos medios de información señalan que el motivo de la subida de los precios -y por lo tanto la pérdida del poder adquisitivo de los ciudadanos- es el aumento de las materias primas en los mercados internacionales.
Conviene que el ciudadano no se deje engañar por explicaciones demasiado alejadas de una verdad mucho más compleja: el incremento de las materias primas es la consecuencia, no la causa. Y esto se ve muy claramente en el precio del aluminio: antes, durante y después de la pandemia no ha habido escasez de esta materia, más bien lo contrario, y, aun así, ha aumentado su precio de manera injustificable.
