Quizás no se podía esperar más de lo que ha salido de la Cumbre del Clima de la ONU que se ha cerrado con más de un día y medio de retraso este domingo en Madrid. Los negociadores solo han podido acordar un débil llamamiento a los países a realizar esfuerzos más ambiciosos contra el cambio climático. Y han tenido que aplazar de nuevo el desarrollo del artículo del Acuerdo de París referido a los mercados de CO2 ante la imposibilidad de consensuar un texto. Este asunto tendrá que intentar acordarse en la próxima cumbre, que se celebrará en Glasgow en noviembre de 2020. Prácticamente todos los delegados que han tomado la palabra en el plenario final de la cumbre han reconocido la “decepción” por ser incapaces de cerrar este punto de la negociación.
El multilateralismo se resquebraja allá donde se mire en el planeta y estas cumbres en las que negocian casi 200 países (que tienen que ponerse unánimemente de acuerdo) son precisamente el mayor ejemplo de multilateralismo. Pero, aunque fuera previsible por el contexto internacional tan complicado, el pobre resultado que se ha cerrado tras muchas horas de frustrantes negociaciones agranda la desconexión que existe ahora entre los Gobiernos del mundo y la ciencia respecto a la crisis climática y a la urgente necesidad de actuar. Cuando se leen los textos finales de la COP25 —la reunión número 25 de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU de Cambio Climático— parece que los Gobiernos y mandatarios han estado metidos en una habitación insonorizada durante esta cumbre. Sin embargo, por la COP25 han pasado los científicos para presentar sus informes climáticos que apuntan, por ejemplo, a que 2019 será un año de récord de temperaturas en línea con lo que ha ocurrido durante toda esta década. Desde la ciencia también se ha apuntado durante esta cumbre a que las emisiones de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero, de la economía mundial volverán a marcar un nuevo máximo histórico. Y por la cumbre celebrada en Madrid también han pasado los representantes de los movimientos juveniles, con la activista sueca Greta Thunberg a la cabeza, que han reprochado a los mandatarios que los esfuerzos que tienen previstos para luchar contra el cambio climático no están a la altura de la crisis climática en la que está ya el planeta.
Esta complicada cumbre, que se ha celebrado en Madrid tras la renuncia hace mes y medio de Chile a que tuviera lugar en Santiago por las protestas sociales, se tenían que sacar adelante fundamentalmente dos puntos: uno más político y otro más técnico.