Griselda Yúdice
La pandemia afectó fuertemente la economía a nivel mundial, cientos de personas perdieron sus trabajos, sufrieron reducciones salariales y se vieron vulnerados en sus derechos. Nuevamente esta situación afecta, especialmente, a las mujeres. Así lo demuestran los resultados dados a conocer de la Encuesta Permanente de Hogares Continua (EPHC 2020) COVID-19.
En nuestro país más de cien mil mujeres dejaron de formar parte de lo que se considera la fuerza de trabajo, no tienen trabajo remunerado y no lo están buscando. Estamos volviendo a la vieja normalidad de ser destinadas a la dependencia económica y a la carga de trabajo invisibilizado.
La Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC) dio a conocer los principales resultados relacionados a la EPHC 2020 COVID-19 y asegura que la fuerza de trabajo disminuyó y afectó principalmente a las mujeres. Comparando estos primeros meses de 2020 con el mismo periodo del año pasado, se registró la disminución alrededor de 187.000 personas ocupadas, de estas cerca 131.000 son mujeres y la mayoría del área urbana.
Las mujeres perdieron sus trabajos, y en el contexto de pandemia, se ven impedidas de volver al mercado laboral remunerado, ya que son ellas quienes asumen, nuevamente en exclusiva, el trabajo de cuidados no pago.
Así es como esta sociedad nuevamente recarga sobre las mujeres la responsabilidad de paliar sus falencias. Vuelve sobre nosotras esa normalidad, que ya no queremos, de dependencia económica, de paliar la falta de políticas públicas de cuidado, de cargar con toda la responsabilidad y el uso de todo nuestro tiempo en tareas desvalorizadas y no pagas, y que limitan nuestras posibilidades de desarrollo profesional, participación política y militancia social.
Con toda la carga laboral de cuidado sobre nosotras y sin tiempo para juntarnos y organizarnos, para defender nuestros derechos, nos vemos terriblemente perjudicadas en el desarrollo de nuestras vidas.
Abrumador y alarmante el dato, no podemos naturalizar ni romantizar esta situación, la independencia económica es clave para que las mujeres podamos vivir una vida plena y sin violencia, y esa plenitud alcanza a toda comunidad.
A medida que las mujeres vayamos avanzando en derechos, toda la sociedad mejora.