La decadencia de la política en general ha sido la constante de estos últimos años de democracia, a pesar de haberse apuntado las cosas que no gusta al elector y, que de forma reiterada la casta o la clase política, se ha empeñado en decir que no era trascendente, hoy vemos que casi es imposible encontrar algún tipo de virtud de la acción política, que sea resaltada y premiada en un acto comicial.
Muy por el contrario, la degradación de la política ha llevado al privilegio del dinero como un factor central en cada comicio, de aquí, de allí y de allá. La expresión que dice: «un político pobre es un pobre político», recurre muy frecuentemente en tiempos electorales y es todo lo que la gente espera del ritual democrático en el que vivimos.
Nos hemos agotado en el acto comicial y ya no esperamos el cambio durante el periodo administrador de un político electo para un cargo determinado.
En la mayoría de los casos, algunos audios filtrados y algunos escándalos que han aparecido en los últimos años, nos demuestran que el manejo municipal no deja de ser similar al manejo de la política a nivel nacional.
El cobro por una serie de actividades, algunas de ellas ilegales de forma frecuente; la repartija de dinero entre intendentes y concejales, le ha sacado a la política la percepción que algo bueno puede salir de elegir a alguien para un cargo determinado. La política necesita cambiar por completo su imagen y volver a transformarse en lo que es su definición: «la búsqueda del bien común».
