Los jóvenes hemos perdido la ambición y el deseo de un mejor futuro para nosotros y para el país. Requerimos cambiar esta ecuación del diablo.
La revolución tiene cómo sinónimos ruido, desastre, escándalo, bulla, parahunda y nunca fue, es ni será silenciosa sino en el gritar el logro o leitmotiv de la lucha se encuentra entre los habituales sonidos de una revolución cómo fueron la revolución francesa, la comunista china, la revolución industrial y los gritos de independencia y resistencias que las revoluciones despertaron en el mundo después. Aunque sea difícil de entender o concebir, una revolución silenciosa se viene desarrollando desde hace años en el mundo.
En Paraguay se encuentran los personajes de esta revuelta que está ligada al consumo y cómo este mal hábito, ha creado no solo oportunidades para el comerciante y consumidor sino unas formas de pensar y sentir al respecto de nuestros entornos y lo que hace a estos cómo el trabajo, o el tiempo que dedica la gente en la producción de bienes y servicios. Estamos devorados por el consumo y poco enfocados en los grandes cambios que se vienen y nos tendrán cómo víctimas. Desde Europa y específicamente desde Francia. Una publicación me despertó la voluntad de escribir algo al respecto de esto. La publicación puso en tapa: “El fin de la ambición”, la encuesta sobre nuestra nueva relación etaria con el trabajo. Y en el editorial de esta publicación, Gregorio Lemenager destaca que la encuesta ha concluido en parte que muchos están dispuestos a ganar menos para trabajar menos, o mejor.
Una generación marginal
L’observateur es un medio de comunicación francés con enfoque económico más realiza también publicaciones relacionadas a las tendencias sociales y en este campo el trabajo destaca cómo estas nuevas generaciones de seres humanos nos encontramos perdiendo la ambición de hacer o emprender proyectos, comerciales, políticos y cómo a su vez esta falta de ambición o postura contemplativa de la vida representa un nuevo estilo de armar turba calladamente haciendo nada. O contemplando cómo las oportunidades o trenes pasan de largo frente a una generación que queda quieta en silencio mientras esta realidad lleva a concluir que el ambicionar se encuentra llegando a su fin en Francia y en el mundo globalizado.
Este hecho comparte mucho en común entre los países que integramos el planeta. Uno en el que las revoluciones ruidosas y turbulentas han logrado no solo crear problemas en su tiempo sino han trascendido geografías, tiempos y mentes para imprimirse luego en textos formando parte de programas educativos. Ahora vivimos un cambio profundo pero no actuamos cómo colectivo. Miramos los hechos, padecemos pero no cambiamos nada.
Estamos presos en “la bastilla” de los parisinos en 1789 que acabaron con la monarquía solo que ahora los reos no nos animamos a vivir libres y menos a organizarnos para acabar con la tiranía del consumo. Somos unos cómodos.
La gran diferencia entre las revoluciones del pasado y presente es la intensidad de su presencia. Cuando en Francia se proclamaba la ejecución de la república o dejar que la cosa o res sea concentrada en manos privadas o o imperialistas y hacerla pública o convertirla en República un mundo cambió y el concepto se expandió por el mundo haciendo que este emule la iniciativa
Requerimos cambios
La revolución industrial respondía a la manera en que la mano obrera era tratada y cómo según esta exigía que debía ser las normas que hagan funcionar bien una empresa, abriendo el inicio a la idea y realidad de la creación de sindicatos, una organización que reúne a los trabajadores a partir del trabajo que desempeñan con el fin de defender sus intereses comunes. Creó el sistema de los partidos políticos que hasta hoy permanecen activos.
La triste realidad del resultado de esta encuesta dice que la revolución hoy día es una hecha por personas que calladamente no hacen nada o casi nada para despertar y sostener una ambición que consiste en el deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr, especialmente riqueza, poder o fama. Dada las respuestas de la encuesta y lo observado por “El observador francés, no es que no exista una revolución o una ambición sino se da hoy día el fin de ambos vientos de cambio de formas de pensar, hacer o concebir planes. Debemos despertarnos y buscar opciones para dejar de vivir en “la bastilla” de la ambición y el deseo de cambios.