Siempre he sido reacio a hablar sobre temas religiosos, porque para mí simplemente son un tema de fe, por ende, no es territorio de la razón y como científico social quedo limitado a este ámbito. Sin embargo, cuando la religión traspasa el ámbito de las iglesias y llega al mundo político como al tejido social, ya es susceptible a un abordaje propio de las ciencias sociales.
Ya en 1996 el connotado politólogo estadounidense Samuel P. Huntington publicaba su obra “El choque de las civilizaciones” cuya tesis central consiste que una vez concluida la Guerra Fría en 1989 el mundo se movía a un nuevo conflicto a escala global, esta vez no anclado en diferencias ideológicas sino centrado en la religión: el islam contra el cristianismo.
Poco tiempo después, George W. Bush lanzó la guerra contra el eje del mal el cual estaba justamente en el Medio Oriente e implicó la invasión de Iraq, seguido por Afganistán y sus grupos terroristas como el Talibán y Hezbollah en Palestina. Lamentablemente la paz y la occidentalización no se materializó, al contrario, sólo elevó las históricas animadversiones entre los árabes contra EEUU.
Fue tal el nivel de caos en el Medio Oriente, que obligó a los civiles a abandonar masivamente sus hogares huyendo de la violencia brutal desatada por las luchas entre clanes por el control político, los fundamentalistas islámicos de ISIS más los yihadistas, quienes creen que sólo el islam es la religión verdadera por lo que es necesaria salvar el mundo imponiendo dicha religión a través del uso de la violencia.
Ríos humanos provenientes del Medio Oriente llegaron a Europa, pero la migración musulmana no asimiló el modus de vida occidental, sino que permanecieron rígidos a sus creencias y tradiciones. Luego, políticos pro-globalistas forzaron la legislación local para legalizar prácticas musulmanas, por lo que los países europeos no sólo terminaron siendo receptores de población musulmana sino trans-culturizándose en su propio territorio, en crudo el choque de las civilizaciones está ahora en Europa.
Es por ello que vimos recientemente como un fundamentalista islámico decapitó un maestro en Francia sólo por hacer una sátira de Mahoma o los creyentes católicos acuchillados nuevamente en Francia, resultando muerta una mujer brasileña. Aunque no olvidemos episodios violentos en Inglaterra, Alemania, Bélgica y Suecia.
Los terroristas yihadistas mutaron su estrategia, pasaron de los grandes y masivos atentados a acciones individuales locales, pero independientemente de su aparente reducido campo de acción, se traduce en una enorme incertidumbre e inseguridad en las calles de Europa a unos niveles nunca antes vistos. El gran desafío de Europa hoy es hacer frente al islamismo fundamentalista o sucumbir ante ése, Austria comenzó a luchar con el derechista Kurz y en Francia Enmanuel Macron comienza a girar en ese sentido.