Por Benjamín Fernández Bogado
La falta de sensibilidad del Gobierno hacia sus mandantes es la principal característica que hemos visto reverdecer en tiempos de pandemia. Ya teníamos ese inconveniente desde hace mucho tiempo, pero ahora se agravó en vez de haberse disminuido. Teníamos problemas graves de administración de recursos, con mucha corrupción e impunidad alrededor de esos recursos. Y ahora tenemos todavía de manera más grave, pero con una población a la que se le ha visto forzada a tener que recluirse y a tener que perder sus fuentes de ingreso de manera brutal en los últimos meses. Lo que no ha habido, esa percepción de ponerse en la condición del mandante, del votante, del elector, del ciudadano que ha sido tratado como idiota, como alguien que realmente no tiene trascendencia y que se contenta con 548 mil guaraníes para aguantar cinco meses.
El Gobierno ha seguido pecando de lo que ha sido su verdadero defecto en democracia: insensibilidad, falta de empatía, falta de compromiso, ausencia de responsabilidad y un real compromiso también de luchar contra el cáncer que va agotando no sólo al Estado, sino a la democracia en su conjunto. La corrupción es el tiempo de cambiar la insensibilidad del gobierno por una autoridad con eficacia y con moral.