martes, diciembre 9

Ignorancia selectiva / Félix Martín Giménez Barrios

Hay una verdad que puede sonar algo incómoda, pero algunas veces, nuestra
felicidad depende de lo que ignoramos. Nos solemos llenar con datos, noticias y
opiniones cada tanto, creyendo que, mientras información sepamos, estaremos mejor
equipados. No existe mente humana capaz de soportar toda la crudeza de la realidad;
la ignorancia selectiva es entonces una suerte de escudo protector. La felicidad puede
depender de no cruzar ciertas puertas del saber.

Es innegable que hay verdades que, lejos de liberarnos, solo nos encadenan a la
angustia y al estrés. Solo hay que pensar en situaciones como las de algún trabajador
que sabe sobre las malas lenguas que circulan sobre él en su ambiente laboral;
pensemos en esos pacientes que saben cada detalle de alguna enfermedad grave que
los azota. Podemos llegar a la conclusión de que el conocimiento absoluto no es
liberador, algunas veces solo lo paraliza a uno.

Mejor ni hablemos de la vida social, puesto que muchas veces, tenemos a gente hostil
más cerca de lo que creemos. ¿De verdad es necesario saber cada opinión negativa
sobre nosotros o cada rumor malintencionado? La respuesta más lógica es un rotundo
no. Muchas personas viven más tranquilas evitando ciertas discusiones o
informaciones que no aportan nada positivo a su vida. Hay veces en las que, para
alcanzar la paz interior, hay que despojarse de esos datos tóxicos; la mejor manera es
evadiéndolos.

El mundo actual idólatra y sobrevalora el conocimiento, pero pocas veces cuestiona el
costo emocional. Desde chicos solemos escuchar esa frase que reza “la verdad os
hará libres”, pero no hay educación para las cadenas que esa libertad pueda traer. No
toda verdad es terapéutica, muchas son solo dagas disfrazadas. La verdadera
felicidad no es saberlo todo, es saber que merece ser conocido en profundidad.

En otras palabras, la ignorancia algunas veces no es el opuesto a la sabiduría, sino
quizá su mayor aliada. Equivale a cerrar una puerta para abrir una ventana hacia la
serenidad. Obvio que hay verdades dolorosas que a su debido tiempo se deben de
saber, pero otras son solo una piedra en el zapato que no aporta nada, solo dolor
innecesario. La verdadera felicidad no es la falta de problemas, sino la capacidad de
enfocarse en lo que realmente importa, y eso puede ser igual a dejar algunas
preguntas sin respuestas.