Una investigación de Seprelad busca echar luz sobre este complejo mundillo
La investigación iniciada por la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero respecto a grupos y sociedades destinados a sostener distintos tipos de iglesias, grupos confesionales y congregaciones religiosas está poniendo el foco de atención sobre un capítulo al que no se suele prestar mucha atención: enormes cantidades de dinero volcadas en las así llamadas “organizaciones no gubernamentales”.
Son millones de dólares de recursos presupuestarios concedidos a iniciativas cuyo beneficio es más que relativo y que, en algunos casos, sirven de puerta de entrada a corrientes de dinero de procedencia generalmente desconocida.
Ponemos a un lado a las oenegés que por su larga trayectoria al servicio de personas con distintos grados de discapacidad física o mental ofrecen un invaluable soporte allí donde el Estado no llega o no lo hace con la dedicación necesaria. Precisamente para dejar en salvo a estas organizaciones beneméritas -claramente diferenciadas- es preciso que las instancias gubernativas competentes cierren el foco sobre grupos de dudosos antecedentes que reciben fondos del Estado.
Estos recursos pueden malograrse por diversas razones. Una de ellas, diluirse en entidades que no aportan nada positivo. Basta leer la escasa literatura disponible de estas sociedades para advertir que, en más de un caso, solo sirven de vehículo para aventureros en busca de captar fondos públicos y, además, apelar a los aportes de la ciudadanía. Hay grupos que responden a casas matrices radicadas en Europa, Estados Unidos y el sudeste asiático además de Argentina y Brasil, de donde proceden muchas de las iglesias de rebuscadas denominaciones.
Todos afirman servir a los sectores vulnerables, ser organizaciones referenciales, agentes de cambio y de transformación social, inspirados en la palabra de Dios, etc. etc. Algunos templos, centros de oración y espacios de reunión muestran una infraestructura edilicia y equipamiento técnico de altísimo costo.
La investigación abierta por Seprelad parece responder a preguntas que la ciudadanía atenta suele hacerse ante semejantes despliegues de potencia económica: ¿De dónde sale o de donde viene todo el dinero necesario para construir, mantener y expandir estas actividades dedicadas a captar feligreses y a recibir aportes cuya contabilidad parece no rendir cuentas al fisco? Ojalá esta iniciativa pueda despejar el campo y exponer cualquier peligro de estafa no solo al Estado sino a la fe sencilla de los ciudadanos.