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Histórica reforma del Papa Francisco

Al comienzo de su pontificado el Papa Francisco expresó su deseo de reformar la Curia Romana, toda una declaración de intenciones teniendo en cuenta que la última renovación de similares características había tenido lugar en 1988, cuando el Papa Juan Pablo II promulgó la Constitución Apostólica “Pastor Bonus”. De hecho, el 13 de abril de 2013, con tal sólo un mes al frente de la Sede de Roma, Papa Francisco escogió a un grupo de ocho Cardenales a los que confió dos funciones principales: 1) aconsejarlo en el gobierno de la Iglesia universal y 2) elaborar un proyecto de revisión y reforma de la Curia Romana. A este grupo se le unió más tarde el Secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Pietro Parolín.

Casi 9 años después, con 107 meses de arduo trabajo, intrincadas consultas y peliagudas negociaciones, el papa Francisco ha publicado un documento histórico que supone una revolución en muchos aspectos. En efecto, el pasado sábado 19 de marzo, el Papa promulgó una nueva Constitución Apostólica -Praedicate evangelium- que refuerza la visión que tiene Bergoglio de lo que debe ser la Iglesia en el futuro: una institución volcada a la tarea de la evangelización, en la que las diócesis locales deben contar con un mayor peso y autonomía en las funciones de gobierno y los laicos, por su parte, tener una mayor responsabilidad en la gestión de la Iglesia, demostrando una igualdad real frente a los religiosos en la misión que tiene todo cristiano por el hecho de estar bautizado y confirmado en la fe.

Celebramos este impulso de papa Francisco y reconocemos el ejemplo que da la Iglesia al mundo respecto a la necesidad de renovar viejas, obsoletas e ineficaces estructuras de organización política que perdieron su propósito, funcionalidad o razón de ser. Como es lógico, esta reforma vaticana contará con fuertes críticas y rechazos, especialmente por parte de los tradicionales amigos de la “resistencia al cambio” y, sobre todo, enfrentará una barrera muy difícil de superar: los “amiguismos”, los “favoritismos” y los “clubes sectarios” que tan nefastos males han acarreado a la Iglesia. El éxito de la reforma que pretende realizar papa Francisco depende de esto: de contar con personal cualificado humana, profesional y espiritualmente. Ninguna estructura, por muy bien diseñada y adecuada que esté a las circunstancias, es eficaz si cuenta con personas que repiten los mismos patrones de comportamiento que han llevado a la Iglesia a la situación crítica en la que se encuentra. Sin un cambio de ‘mentalidad’, sin una auténtica renovación en los “corazones”, el esfuerzo funcional será estéril.

Pablo Álamo Hernández
Pablo Álamo Hernández
PhD en Economía y Empresa. Profesor internacional de la Universidad Sergio Arboleda y de la Univeridad de Columbia del Paraguay

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