Dialogar, conversar o hablar cara a cara son ejercicios que estamos perdiendo y a su vez van quedando en extinción.
Nos habituamos a estar frente a una pantalla o “espejo negro” que no refleja un dialogo real entre 2 o más personas sino solo nuestro rostro que a veces refleja al rostro confundido por el haber recibido cómo respuesta un emoticon o sticker a una consulta hecha con el uso de palabras, que demandaron el uso de nuestra mente para desarrollarlas y exponerlas.
Es algo contradictorio que en Paraguay tengamos últimamente muchos cafés y pocas personas en los mismos que se encuentren para dialogar y hacer uso de estos sitios para su original que eran los encuentros entre personas no solo para comer o beber algo sino sobre todo para hablar cara a cara y profundizar temas públicos o particulares. Ahora hay incluso algunos que prohiben el uso del celular.
Este puede ser uno de los motivos por el cual ya no hablamos, no queremos exponer nuestras vidas privadas con nadie y se hace más cómodo estar con una pantalla entre nosotros y el contertulio sin saber qué ni cómo expresar nuestros temas de diálogo.
Recuperar la comunidad
El ejercicio que permite articular proyectos comunes y sumar las aportaciones de todos hacia un proyecto en común. Lo que demanda empezar, desarrollar y terminar con seriedad cualquier charla. Me dirán que soy aburrido, más tener seriedad no debe ser tomado sólo cómo cosa de personas de edad, ejecutivos, directores o administradores de cualquier iniciativa, sino es algo que debe ser usado por cualquier persona de cualquier edad, género u origen etnico o geográfico.
Sin excluir a nadie de esa práctica que sirve para escuchar, comprender y empatizar con el otro donde y cuando sea. Hablar cara a cara es clave para poder iniciar y coordinar cualquier iniciativa que tengamos en común con otras personas desde la escuela, en la familia, colegio, universidad o cualquier organización que integremos no solo en fechas, momentos o lugares particulares sino en lo posible cuando y donde sea sin interrumpir una presentación, clase o lo que requiera nuestra atención para captar bien cualquier mensaje que se esté exhibiendo y que a su vez también posee su respectivo esfuerzo y trabajo que lo respetamos solo al prestarle nuestra atención y respeto cómo al contertulio. El mismo que nos acompaña y solo demanda que nuestros ojos y oídos estén concentrados en sus respectivas expresiones y palabras para que tenga seguridad que sus manifestaciones hayan llegado bien al puerto o destino al que hayan sido enviadas.
Ayer ha terminado el fin de semana en el que tuvimos tiempo para descansar, planificar nuestra semana, y si ha estado en nuestras intenciones también el socializar o hablar con la persona que se haya encontrado más cerca y con la posibilidad de poder intercambiar palabras, ideas y novedades que pueden interesar a nuestros compañeros en la mesa, espacio y momento que reúnan las condiciones para hablar unos minutos.
Recuperar la cercanía
Hacer común cualquier mensaje tiene sus métodos y técnicas para sordos, mudos, ciegos y cualquier personas que a veces solo buscan tener la compañía de cualquiera que muestre la paciencia, comprensión y empatía suficiente para hacer posible una conversación.
Una que es tan natural y necesaria cómo respirar, ver o escuchar, más es cierto que existan personas que aunque gocen la oportunidad de tener sus sentidos y mente funcionando en orden no guste o quieran dialogar. Algunos se sienten cómodos aislados observando su esclavizante pantalla sin reflexionar en el daño que se hacen o hacen a la relación que tenga con su familia, colega de empleo o compañero académico, que siempre tendrán pensamientos que deseen ser canalizados con la persona oportuna para poder hacerlo. Recuperemos el verbo, la palabra y la cercanía con el otro.