El sistema de salud, lejos de haberse fortalecido durante la pandemia, está mostrando poderosas grietas en su interior.
El seguro social ni aspirinas tiene, y el Servicio Público de Salud continúa siendo miserable en el trato hacia quienes con sus impuestos contribuyen para que los mismos estén disponibles en cualquier tiempo y modo.
En el Paraguay, la salud tuvo la gran oportunidad en los dos últimos años para recomponer por completo su estructura administrativa y organizacional.
Habían recursos, había sensibilidad, había -por sobre todo- énfasis en la cuestión sanitaria pero dejamos pasar la oportunidad, y ahora nos lamentamos de lo mismo pero más agravado aún que lo que habíamos tenido antes de la pandemia.
Un presidente, un candidato que pretende alcanzar la presidencia debería tener un plan de salud que convenza a la gente que va a dejar de ser tratado como una bestia, y va a ser tratado como un ser humano con dignidad, que merece respeto y atención a su propia condición de ser humano.
Si no lo hacemos, si no lo encontramos pues no votemos. Es hora de aprender de qué manera los malos políticos nos cuestan tanto en nuestra vida cotidiana.