¿Acabaron las andanzas de la banda terrorista que azota el norte de la región Oriental desde hace dos décadas? Evidentemente no.
La baja de uno de sus máximos cabecillas, Osvaldo Villalba, ha sido el golpe que se estaba esperando que la Fuerza de Tareas Conjunta diera a este enclave de extorsión, secuestro, asesinato y terror que opera a sus ancha, con demasiada comodidad.
Es evidente que la FTC y su comandante en jefe, el Presidente de la República, han decidido quitarse los guantes e ir a fondo con los métodos de búsqueda y captura a que los autoriza el decreto 103 de 2013 y la ley 5.036 respecto al empleo transitorio de elementos de combate de las Fuerzas Armadas hasta tanto la amenaza a la seguridad sea conjurada dentro del territorio de la República.
Siendo así, ¿está conjurada dicha amenaza? Si la respuesta de la aparentemente descabezada organización es algún ataque en represalia por la pérdida de su jefe histórico, ello significaría que la banda aún no ha perdido del todo su capacidad de daño. El paso de las horas lo dirá.
El episodio abre, paralelamente, otro capítulo en la odisea de tres familias que nunca perdieron la esperanza de encontrar a sus seres queridos, ya sea vivos o muertos. Vivos, para celebrar el retorno. Muertos, para cerrar el duelo interminable. Los familiares de Oscar Denis, Félix Urbieta y Edelio Morínigo inician otra travesía angustiosa esperando que la desarticulación del hato de facinerosos permita a las fuerzas policiales y a la justicia recuperar el dominio territorial y profundizar la búsqueda que ponga fin a un calvario insoportable.
Pero la muerte de Villalba no fue gratuita. Antes de ser abatido, había secuestrado, torturado y asesinado a Alcides Romero y Rodrigo Gómez González, ambos integrantes de la comunidad indígena Jasuka Venda de Caaguazú. La dirigente nativa Digna Morillo, quien es perito del Poder Judicial, informó que Romero y Gómez se negaron a reunirse con los terroristas. Un tercer miembro de la comunidad, Leonardo Gómez, sufrió heridas que le provocaron la parálisis total de sus miembros inferiores.
Los hechos están aún en desarrollo. Lo que queda claro es el accionar sanguinario y despiadado de esta banda que presume ser una guerrilla revolucionaria y no pasa de ser mano de obra funcional al narcotráfico.
Las FARC la entrenaron. Qué otra cosa se podía esperar.