Aunque parezca contradictorio o se lea cacofónico, en Colombia ya existe un ex guerrillero de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) que fue nombrado “gestor de la paz” se trata de Alexander Farfán Suárez, alias “Gafas”, exguerrillero de las FARC y quien fuera vinculado al secuestro de la excandidata presidencial Íngrid Betancourt.
Ahora Suarez carcelero de la excandidata presidencial Íngrid Betancourt, que estuvo más de seis años secuestrada por las FARC, será gestor de paz.
Así lo estipula una resolución publicada este martes en la que el Gobierno reconoce a Farfán con este cometido, que tendrá que cumplir con una serie de requisitos.
Este gestor tiene la misión de contribuir a desescalar la conflictividad social en el país, promover la reconciliación entre los colombianos y la convivencia pacífica en el marco de la Paz Total. Que sirve mucho más que los conflictos bélicos que solo destruyen y no construyen proyectos humanos para y por la vida.
Un país con cicatrices
Entre 1985 y 2018 se registraron en Colombia al menos 450.664 homicidios producto del conflicto armado interno . No obstante, al tener en cuenta el subregistro, esta cifra se estima en alrededor de 800.000 víctimas. Lo que equivale a 20 Defensores del Chaco repletos no de fanáticos o público feliz alentando o coreando lo que exista en la cancha, sino personas muertas por la falta de paz en y entre los colombianos.
Como gestor de paz a Alexander Farfán Suárez tiene como propuesta a que contribuya con su conocimiento y experiencia a la estructuración de procesos de paz o de estrategias para acercamientos con grupos armados organizados al margen de la ley o promover acuerdos y acciones humanitarias”. Para reducir riesgos y con la paz tener vidas con seguridad y sin amenazas que atenten contra su salud y vida.
Este hecho aunque sea opuesto a lo que piensen algunos que puede funcionar resulta ser útil por el conocimiento que tenga el nombrado gestor de los códigos y formas de pensar de una de las guerrillas que más daño ha hecho al país cafetero, convirtiendo el dulce “tintico” en un amargo brebaje para las personas que fallecieron o quedaron sin familia, amigos o conocidos, cuando la palabra paz no estaba entre las palabras más usadas por el periodismo y los gobiernos colombianos.
Ahora queda en manos del ex guerrillero y de otros hacer el trabajo de gestionar y solidificar la paz con un grupo que está catalogado por Colombia y el mundo cómo uno peligroso y hasta mortal por sus antecedentes en la penosa historia de Colombia.