Evo Morales ya es historia. Pero él se resiste a aceptarlo. Hasta sus propios partidarios del Movimiento al Socialismo se han allanado a las nuevas elecciones convocadas por el actual Gobierno que está invirtiendo su escasísima credibilidad en un proceso que no admite la menor sombra de duda.
Evo hizo lo imposible por traicionarse a sí mismo. En lugar de pasar a la historia como el primer presidente indígena prefirió la épica del providencialismo asumiendo que él, y sólo él, podía conducir los destinos de Bolivia. Lo intentó por todos los medios. Por ejemplo, manipulando la Constitución para introducir la reelección indefinida. Fracasó. Luego volvió a la carga con un referéndum con el mismo propósito. Los bolivianos volvieron a decirle no. Entonces apeló a la Corte Suprema para obtener lo que la Constitución de 2009 y el Referendum de 2016 le habían negado. Los ministros de la Corte, en un fallo que debería ser estudiado en un congreso internacional de derecho constitucional, le concedieron el pedido bajo el argumento de que no se podía negar a Evo el derecho humano de activar en política. El detalle de que, salvo postularse a presidente de la república, Evo podía seguir haciendo política hasta el día de su muerte, se pasó por alto. Lanzado a un cuarto mandato, Evo no tuvo mejor idea que robarse los comicios cuando supo que no ganaba en primera vuelta. En segunda, game over. Era lo que sus opositores estaban esperando, es decir, la ocasión de salir a hostigarlo en las calles. Respaldados por dos auditorías independientes –una de ellas de la OEA- que denunciaban un fraude electoral grosero, líderes opositores encabezaron la protesta. El resto es muy conocido.
Desde su exilio en México, Evo se sigue creyendo el hombre providencial. “Si me llaman, voy, no para ser presidente sino para contribuir a la pacificación de los bolivianos” repite una y otra vez en su cuenta de twitter. Primero, nadie lo está llamando. Más bien, le cortaron el teléfono. Segundo, los legisladores del MAS, “su” partido, integran una mesa interpartidaria para llamar a elecciones “lo antes posible”. Evo no está, ni remotamente, en los planes de ese llamado.
Los bolivianos se están cansando de decirle “no”.
Pero Evo no le está dando “enter”.