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Esto

Meses atrás me había empezado a preguntar si volvería a reír con las misma ganas de esa joven que se fue a los veintidós de su país, si abrazaría alguna causa o la comida me sabría a algo. Mi cerebro no arrojaba respuestas, pero mis ojos producían lágrimas que se habían vuelto costumbre. La tristeza y momentos de vacío que cada vez eran más, se disipaban sólo cuando escribía, en especial antes de regresar a Paraguay. En once años de haber migrado, este fue el periodo más largo de visita que he realizado.

Llegué sin ninguna expectativa pero consciente de que el abrazo de mi tribu era urgente y de la falta que me hacía “tocar tierra”. Volver era necesario, inclusive para mi salud mental. Me había ido tan joven de acá. Crecí y maduré lejos de quienes me conocían y noté que a pesar de mantener mi esencia intacta, ya no era la misma. Ya no lo soy. Esto de volver abrió una caja llena de recuerdos y nuevas vivencias que jamás esperé.

Esto vino a darme un aire fresco, como esa brisa de una mañana de campo, fue oxígeno limpio para mis pulmones en cada suspiro, caricia al alma en silencios compartidos, armonía y paz, murmullo suave al oído. Esto me enseñó que el dolor no es precisamente un camino que se transita en solitario y a pesar de mi locura impredecible, fue el equilibrio que necesitaba para no sentirme derrotada. Fue mirarnos, reconocernos y tener la certeza de que estaba en el lugar correcto. Fue amar con serenidad trazando nuevos mapas, nuevos planes, como si dispusiéramos de todo el tiempo del mundo para emprender viaje. Fue compartir desayunos, almuerzos y cenas, series y películas, reír a carcajadas y llorar excesivamente. Esto me permitió ser totalmente vulnerable, aligerando el saco de cemento que traía cargando desde hacía tanto tiempo.

Esto también fue frustración y enojo, recuperar confianza y dar espacio a las segundas oportunidades. No escuchar el murmullo o el ruido del mundo exterior, despertando la mirada suspicaz de aquel que nada hace. Entender que somos humanos cargado de errores, historias y bagajes. Fue decir “me lastimaste” y escuchar “gracias por perdonarme”.

Entendí al fin que venir a Paraguay no fue retroceder, sino todo lo contrario, fue necesario para agarrar vuelo hacia lo que sigue. Con cautela fui poco a poco parchando el tejido roto de mi vida pasada, asimilé que no perdí ni fracasé en mi intento de que todo funcionara, simplemente la historia que venía escribiendo había llegado a su fin. Y no pasa nada. Comprendí que en la debilidad hay fortaleza, en la familia amor, en los amigos contención y en mi un fuego que va creciendo. Creí haber perdido la capacidad de amar, pero esto me enseñó todo lo contrario. Las risas regresaron, las lágrimas se evaporaron y el miedo que alguna vez tuve, se redujo a nivel de un grano de arena.

Setenta y cinco días bastaron para recoger cada parte rota y seguir el paso. Estoy segura que el futuro no está escrito y que cuando creemos que todas las puertas se han cerrado o nos sentimos atrapados, siempre se abre un resquicio inesperado por donde asomarnos para que la luz vuelva a pasar. Gracias por el amor que recibí durante este tiempo en Paraguay. De corazón, gracias por esto.

Jessica Fernández Bogado
Jessica Fernández Bogado
De un país pequeñito llamado Paraguay, viviendo en un país enorme llamado México. Hablo mucho y escribo más. TW & IG: @Jessiquilla

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