Dicen los médicos que cada ser humano lleva consigo una o varias enfermedades latentes que el cuerpo sabe mantener bajo control. Pero si el sistema inumitario falla o es atacado por algún germen muy agresivo -como el coronavirus, por ejemplo- entonces las enfermedades latentes despiertan y ante la bajada de guardia, atacan y se suman a la “fiesta”. Dicen que las oportunistas más rápidas son el herpes, la salmonella o la toxoplasmosis, además de otras como la tuberculosis que se había mantenido endémica.
Pero hay otras enfermedades oportunistas. Por ejemplo, la politiquería de baja estofa, la asociada a los insaciables del poder, que aprovechan el menor hueco para adherirse como lapas al cuerpo de la República ya lacerado por otras lacras como la corrupción y la inepcia de gestión. Esa politiquería como enfermedad de base puede cobrar la forma, por ejemplo, de propuesta para postergar otra vez las elecciones municipales que quedaron para este año por efecto de la pandemia. Los argumentos de la proposición, que muta rápidamente hacia la cepa “proyecto de ley que suspende temporal y parcialmente…” etc., es que se necesitan los fondos a ser utilizados en los comicios “en la lucha actual en contra que nos implica a todos”. Presumimos que ese “contra que nos implica a todos” es el COVID19. Asumido eso, le preguntamos al proponente cómo hizo Ecuador para ir a dos jornadas electorales, la segunda el 11 de abril próximo, fecha en que también irá a las urnas Perú. Mientras, Chile organiza elecciones siguiendo el principio de “si pueden vacunarse, pueden votar”. Y van a hacerlo el 21 de noviembre para renovar presidente, diputados, senadores y consejeros regionales. Argentina votará en noviembre su parlamento de mitad de periodo y en junio lo harán los mexicanos. Sin contar, por supuesto, que en noviembre 2020, 160 millones de norteamericanos, sin vacunas y con la pandemia en ascenso, fueron a su “election day” como siempre.
Los proponentes de la postergación han mostrado lo más astroso de su deshilachado estilo, dispuestos a colarse en cualquier hueco institucional que les permita prolongar su enchufe al Estado-mamadera. Su argumento de redireccionar recursos para la emergencia sanitaria cae por su propio peso. Cualquiera sabe que al Gobierno no le falta dinero sino capacidad de gestión. Ni más ni menos.