La inseguridad quizá hasta por la excesiva producción de noticias y la repetición machacona de lo mismo alrededor de este problema no parece ser no solo un tema paraguayo. Pero viajar en buses se ha convertido en un gran y recurrente peligro.
Mal de otros consuelo de tontos dice el refrán pero es en España donde sorprende encontrarse con publicaciones que titulan: “El transporte público, ese lugar que no es de ellas”.
En una encuesta realizada en este país se destaca que el 54% de las mujeres se sienten inseguras al viajar en transporte público y un gran porcentaje tiene miedo a sufrir un ataque sexual. En México existen vagones sexados en el metro y no estamos lejos que hayan autobuses para ellas y otros para ellos
La libertad de las mujeres en el espacio público, lugar de socialización y encuentro, todavía está en entredicho. El derecho a ocuparlo y desplazarse en él no ha sido conquistado y no está exento de problemas. Aquí en Paraguay las quejas son recurrentes y a nadie se le ocurrió abordar el problema. Las cámaras instaladas dentro de los buses muestran los peligros a qué son expuestas las mujeres.
Ella permanece subyugada al miedo y la vulnerabilidad y eso debe cambiar. Las causales varían, pero todas están vinculadas a las múltiples veces referida peligrosidad, que a veces puede ser letal para quien lo padezca.
Toda persona debe tener un lugar para esperar su bus y viajar en el mismo cómodo, tranquilo y relajado para lograr cumplir bien sus misiones al llegar. Todo esto no acontece y viajar en bus es una lotería que tiene muchas chances de acabar mal.
La seguridad a cualquier pasajero debe ser una tarea del gobierno y el sector privado que explota el servicio. Las mujeres son parte del eslabón más débil y los riesgos expuestos deben ser abordadas con rigor. De lo contrario, la parca viaja en la estribera y tiene a la mujer como su víctima favorita.