Si algo ha quedado claro durante el año que acaba de irse es que se hace urgente e imprescindible repensar por completo el Estado. La pandemia nos ha tomado del cogote, metafóricamente hablando, y nos ha sacudido brutalmente. Tanto que se nos han ido cayendo todas nuestras debilidades, nuestras flaquezas, nuestros vicios y nuestra incapacidad para enmendar errores y rehacer conductas.
No tendremos futuro si continuamos considerando el Estado un botín de piratas para unos cuantos vivillos que se ceban en el Presupuesto General de la Nación, enchufando en él a hijos, parientes y entenados hasta el infinito. Cuando el menos estricto de los frenos morales falla, se lo reemplaza por chicanerías seudo jurídicas. El vicepresidente de la República, campeón mundial en succión presupuestaria, justifica la proliferación de parientes en oficinas del Estado apelando a la más burda sobreinterpretación de la ley del funcionario público. Que este empezó antes de que yo fuera vicepresidente, que el otro hizo su propia carrera y que el de más allá lo logró por méritos propios e imbecilidades por el estilo. Si algo tenemos los paraguayos es una habilidad innata para descubrir al farsante y al justificador serial de inconductas.
No tendremos futuro como Estado si la ley de la Función Pública y su consiguiente órgano de aplicación, la SFP, no funcionan. Si los que ocupan ese cargo van a seguir siendo tan inoperantes como hasta ahora, mejor cerrar la secretaría y licenciar a sus funcionarios. El país no puede seguir becando a inútiles.
Lo mismo podría decirse de otras reparticiones. El Ministerio del Ambiente es incapaz de evitar que le escamoteen una reserva natural para repartirla entre depredadores de bosques y macoñeros. Cerrémoslo.
El Indert es incapaz de saber cuántas colonias tiene, cuantos lotes rurales están racionalmente utilizados y cuantos “beneficiarios” de la reforma agraria viven realmente en sus fincas. Cerrémoslo.
El INDI solo sirve para que procesiones de indígenas lo usen como campamento para protestar y exigir cosas que nunca obtienen. Cerrémoslo. Demasiados funcionarios y demasiado dinero tirados a la basura. A ver si nos entendemos. ¿Vamos a iniciar alguna vez la verdadera reforma del Estado o vamos a seguir esperando eternamente?
Porque la cuerda no da para mucho más.