Por Griselda Yúdice
«La impunidad es el cáncer a vencer» decía al iniciar su gestión el presidente Mario Abdo Benítez, consolidando con su discurso de asunción al mando, el voto de confianza que tenía de la ciudadanía, ya que ganó las elecciones justamente al sostener durante la campaña una estrategia de distanciamiento de Horacio Cartes.
Pero esa ilusión pronto comenzó a desvanecerse y hoy, nuevamente, son «uno» sin lugar a dudas; disputando los espacios de poder pero unidos en su programa de garantizar sus ganancias esquilmando al pueblo, sus disputas son sobre quién acumula más y nunca sobre un nuevo rumbo o un gobierno para la gente, la normalidad de esta claque no varía bajo ninguna circunstancia, ni en pandemia.
Esta semana se confirmó el esperado encuentro dentro del desarrollo de la operación cicatriz. El presidente Mario Abdo Benítez y el ex presidente Horacio Cartes se pasaron la mano y curaron sus heridas. Ellos cicatrizan mientras nosotros, el pueblo, tenemos heridas que supuran cada vez más.
Nadie duda de la, por lo menos sospechosa, inmensa fortuna declarada por el Clan Zacarías Irún o los González Daher, pero ellos están libres mientras un ladrón de pomelos debe esperar juicio privado de su libertad. Fuerte estocada para quienes todavía esperaban algo de nuestra (in)justicia, copada por correligionarios leales a los poderosos de siempre. Llora el pobre en Tacumbú mientras ellos se ríen en sus mansiones.
Nadie duda de la precarización, explotación, maltrato, abusos y hasta prohibiciones de ir al baño que sufren miles de trabajadores y trabajadoras en las empresas, pero el Ministerio del Trabajo nos asegura que nada pasa, los empresarios siguen acumulando a costa del sudor, lágrimas y sangre de sus empleados y empleadas.
Nadie duda de que el Ministerio de Salud arrancó esta pandemia con sus servicios ya colapsados históricamente, pero es más aterrador confirmar que nuestras vidas no valen, antes era por falta de recursos, ahora ni se molestan en usar los recursos disponibles. No hay daño patrimonial dicen con tal descaro al poner nuestras vidas en riesgo, sin importarles que nuestro único patrimonio es precisamente nuestra vida.
El dolor paraguayo nos tiene moribundos y moribundas desde hace décadas, ellos no nos darán las condiciones para que cicatricemos nuestras heridas, debemos organizarnos, sumar fuerzas y luchar para que la operación cicatriz sea del pueblo y la vieja claque privilegiada termine de morir.