La educación paraguaya no merece continuar en los estándares actuales desde hace bastante tiempo. Necesitamos una educación que realmente esté conducida por gente que se comprometa con ella, con un proceso incluso tan ambiciosos como el de la transformación educativa que viene a corregir lo que no hizo bien la llamada reforma educativa y que nos produjo una cantidad de políticos; algunos de ellos, como Duarte Frutos llegaron a la presidencia, Blanca Ovelar estuvo a punto de alcanzar también esa posibilidad, y ahora vemos que el actual Ministro, Brunetti, ha aceptado ser vicepresidente de la fórmula de Hugo Velásquez; la gran pregunta es en manos de quienes y por cuánto tiempo seguirá la educación en esta condiciones, será convertida ella en una seccional, en una máquina operativa de votos donde hay más de 90.000 maestros y administradores que podrían generar una notable cantidad de votos en las internas coloradas.
Si se piensa de esa manera, es que no nos importa verdaderamente la educación. Tiene que lograrse sobre una base absolutamente desprovista de partidismo y rigurosamente cierta en los planes académicos ya que además del rezago que tenemos en materia educativa venimos de dos años de pandemia en que las clases virtuales no enseñaron prácticamente nada.
Hay que dejar de jugar con la educación en el Paraguay, esta es la base central de varias cuestiones que posteriormente nos acontecen y que tienen un alto costo personal y grupal.
Con la educación no se juega. Si alguien quiere ser político-partidista y electoralista pues debe dejar el cargo, no puede seguir simulando hacer un trabajo tan urgente y pesado como necesario de sacar al Paraguay del fango en el que se encuentra en materia educativa y al mismo tiempo aspirar a un cargo electivo que le ocupará todo el tiempo de su vida. Es el tiempo también, para cada uno de nosotros, de exigir y demandar que la educación vuelva a ser el espacio de los profesionales comprometidos con el desarrollo del país.
