En un diálogo con la politóloga Nilsa Maíz, me contó esta historia que quiero compartir con ustedes. Ella, mujer de tierra adentro y de la cuna de los políticos que ha parido un presidente, ministro de la corte y varios legisladores que conoce muy bien la idiosincrasia de nuestra cultura política y ha tenido la oportunidad de estudiarla.
Me contó que Karai José tenía muy claro que en aquel frío domingo de junio haría su agosto. Llegó al local de votación y comenzaron las ofertas por su voto: cien mil redondos. Una cantidad nada despreciable porque con el Covid al acecho ipo’ipaite la piola. Aceptó el ofrecimiento y fue a esperar turno en la cola con la imagen de San Roque González de Santacruz en el bolsillo.
Se dio cuenta que nadie se quedó a comprobar si cumplía lo acordado, así que un rato después abandonó la fila. Y siguió pescando más “Sanrroques”. Como ningún candidato fue capaz de convencer a los electores, plata era lo que sobraba para incentivar a la perrada. Repitió la operación hasta en cinco ocasiones. G. 500 mil en un sapy’aite.
– Arekóma la vieja la ñande provista repyrã.- le dijo riendo a su esposa al volver a casa.
– Aha avotá en blanco ha aguerupaite la i’plata kuéra. Apolitiqueamí avei che hesekuéra.
Este relato puede parecer ficción, pero historias parecidas se repiten como un secreto a voces elección tras elección. El próximo 10 de octubre los candidatos tienen una nueva oportunidad para demostrar que son capaces de conquistar sin necesidad de pagar, porque el voto no se compra ni se vende, se conquista.