martes, septiembre 30

El proceso vs el resultado final / Félix Martín Giménez Barrios

Ustedes sabrán que este mundo está cada día mas obsesionado con la productividad
y los logros inmediatos, tanto que algunas veces resulta imposible no hacernos la
siguiente pregunta: ¿qué vale más, el camino recorrido (el proceso) o la meta
alcanzada (el resultado final) para medir mejor el éxito? Por lógica extrema, algunos
dirán que el producto final es lo único que importa pues es lo que se evalúa y se
celebra. No obstante, eso sería ignorar el aprendizaje y evolución que ocurre en el
camino.

Ocurre que, la obsesión por el producto final puede llevarnos a soluciones rápidas,
aunque vacías al final del día, carentes de profundidad. Por su parte, es en el proceso
donde por lo general se suele forjar la verdadera maestría. Los errores siempre serán
parte del camino y eso puede ser algo difícil de digerir, pero vamos, hasta los más
grandes científicos y emprendedores saben que ni las ideas más geniales nacen
perfectas, sino que surgen de la experimentación y de la paciencia.

Sin embargo, tampoco se puede negar el hecho de que el resultado final tiene su peso
puesto que es la prueba concreta de que el proceso no fue en vano. Claramente es en
este punto en donde podemos notar el dilema de este asunto: el enfoque en el
producto final puede conducirnos a una mentalidad de “el fin justifica los medios”.
Dependerá personalmente de cada uno entonces el evaluar que es lo que se debe de
priorizar en primer lugar, dependiendo de las necesidades individuales.

Aun así, hay que destacar que también todo depende del contexto en algunos casos
particulares. En periodismo, casi siempre suele ser que es el resultado final lo que se
mide porque es lo que la gente observa primero a la hora de confiar en la palabra de
un comunicador. Si vamos al caso de la educación, al menos en gran parte del mundo
en donde realmente se pone énfasis en ella, los docentes suelen poner el foco en el
proceso de los alumnos, sin importar tanto lo que al final logren.

Al final, este duelo mental entre proceso y resultado nos revela algo bastante
interesante, nuestra manera de entender el propósito de la vida y de todo lo que
existe. Si únicamente tenemos como objetivo el destino, podremos perdernos de la
belleza del viaje; si nos perdemos por el camino, tampoco llegaremos a algún lado. Lo
ideal sería encontrar satisfacción tanto en el proceso como en el resultado,
celebrando los pequeños pasos mientras mantenemos la vista en un horizonte que
alcanzar.