El gran politólogo y consultor Adam Kahane, el mismo que asesoró a Nelson Mandela en Sudáfrica, estuvo en el Paraguay durante un tiempo en el año 2001 y analizó con la clase política y también dirigencial del país, la forma de sacar al Paraguay de la condición en la que se encontraba ya en ese momento.
Habló de la necesidad de recobrar el sentido del amor, que es colocarse en la condición del otro, en el sentido de la alteridad que había proclamado la politóloga y pensadora judío-alemana, Hannah Harem.
Esa situación de ponerse en la condición del otro es lo que le faltó al Presidente de la República cuando, en la inauguración de un proyecto de construcción de un hospital en Coronel Oviedo, habló de que realmente hay que recuperar el amor, hay que vivir el amor, y Adam escribió un libro sobre el tema que se llama “El poder y el amor” y dice el amor sin poder es inútil.
O sea, ambas cosas deben ir de la mano. No es suficiente con que alguien ame, si no tiene la capacidad de poder hacer algo que permita el cambio de las condiciones de vida de los demás, eso de ponerse en la condición del otro.
Abdo cuando habla de estas cosas no lo hace desde la perspectiva del otro, sino de su propia sobrevivencia en el cargo político más importante de la República.
Debería mostrar que ama a este país, haciendo que la función pública no sea receptáculo de más corrupción, de más mentiras, de más desorganización, de escasa planificación de todo aquello que ahora nos está pasando la factura en términos de mal tratamiento de la pandemia y el cobro en víctimas fatales.
El presidente que ama es alguien que realmente respeta y entiende la condición en la que se encuentra el pueblo, que es su mandante y a quien prometió servir. Si no tiene eso, el amor es vacío, inútil e incapaz de poder reproducir cosas positivas y, por el contrario, termina siendo una muletilla estéril e inútil.