Las cárceles están pobladas habitualmente por personas que han perdido su libertad por haber estado involucradas en hechos delictivos. Espacio en el que esperamos se reformen y salgan no peor de cómo hayan entrado sino reformados y recuperados de la actitud que los haya llevado allí en primer lugar. Ahora es información de “cómo una pandilla carcelaria brasileña se convirtió en un leviatán o monstruo criminal internacional”.
Se trata de las conocidas siglas PCC o primer comando capital. Una agrupación criminal que surgió en las penitenciarías notoriamente brutales del país hace 30 años, pero ahora controla un tráfico de drogas de miles de millones de dólares que suministra gran parte de la cocaína de Europa. Continente que tiene países cómo; Bélgica, Países Bajos, España y Portugal cómo naciones destinatarias. La cocaína es un estimulante extremadamente adictivo que afecta directamente al cerebro.
“Quince, tres, tres” es el nombre en clave alfabética del sindicato criminal más importante de Brasil, el Primer Comando Capital (PCC), que fue fundado hace tres décadas en una cárcel de São Paulo.
“Predican la paz, la justicia, la libertad, la igualdad y la unión para todos”, dijo un venezolano sobre la facción en la que fue “bautizado” una década antes, después de huir a través de la frontera para escapar de ser asesinado.
Durante gran parte de sus 30 años de existencia, el PCC ha sido considerado una fraternidad carcelaria, que reclutaba a “hermanos” encarcelados como el venezolano ofreciéndoles protección dentro de las violentas y sobrepobladas prisiones de Brasil. Creada en agosto de 1993.
«Si alguien consume cocaína en Francia, Inglaterra o España, hay muchas posibilidades de que haya llegado allí a través de las manos del PCC», dijo Lincoln Gakiya, fiscal del grupo de trabajo contra el crimen organizado de São Paulo, Gaeco, quien estima que el grupo ahora gana 1 mil millones de dólares al año, casi en su totalidad provenientes del tráfico internacional.
Con ramificaciones locales
La historia de la mutación del PCC de pandilla carcelaria regional a gigante mafioso comienza a principios de la década de 1990 en el estado de São Paulo, entonces hogar de unos 50.000 prisioneros sometidos a condiciones infrahumanas en cárceles similares a barrios marginales. Donde no se reforman sino se destruyen o sobreviven cómo pueden.
“La prisión era una pesadilla hobbesiana”, dijo Benjamin Lessing, profesor de la Universidad de Chicago, en referencia al filósofo inglés del siglo XVII Thomas Hobbes,que habla de una teoría que explica por qué se producen ataques preventivos entre dos grupos, por temor bilateral a un ataque inminente. Sin influencias externas, esta situación conducirá a una espiral de miedo ( catch-22, círculo vicioso, equilibrio de Nash ) en la que el miedo conducirá a una carrera de armamentos que, a su vez, llevaría a un temor creciente.
Ese infierno o pesadilla ocultos atrajo la atención mundial en 1992, cuando 111 reclusos murieron después de que la policía irrumpiera en la prisión más grande de São Paulo, Carandiru, para sofocar un motín. Que consiste en una revuelta o agitación con la que un grupo más o menos numeroso de personas quiere mostrar su oposición contra una autoridad, utilizando para ello la protesta, la desobediencia o la violencia. Que solo tiene un solo fin que no tiene nada que ver con la paz, salud o alegría para las partes involucradas. De aquel motín los supervivientes se escondieron debajo de los cadáveres de sus compañeros de celda mientras la policía golpeaba los cuerpos con bayoneta para asegurarse que estuvieran muertos.
Durante la década de 1990, el PCC reforzó su control sobre el sistema penitenciario de São Paulo, pero en gran medida pasó desapercibido hasta que miles de guardias y visitantes fueron capturados durante un levantamiento masivo en 2001 . Cinco años después, el grupo volvió a ser noticia, paralizando prácticamente a São Paulo con una ola de ataques coordinados contra la policía que causaron cientos de muertes.
El PCC está ubicado en São Paulo , el estado más poblado y económicamente más importante de Brasil, aunque tiene presencia en todo el país y hasta fuera del mismo en lugares cómo países vecinos que son el Paraguay y Bolivia, en espacios limítrofes.
Durante la década de 1990, el PCC reforzó su control sobre el sistema penitenciario de São Paulo, pero en gran medida pasó desapercibido hasta que miles de guardias y visitantes fueron capturados durante un levantamiento masivo en 2001. Por este motivo esta agrupación es considerada un leviatán o monstruo que lo encontramos en los salmos de la biblia o en la descripción de Hobbes y la misma biblia cómo una bestia marina gigante, peligrosa y destructiva.
Amplio poder
“Compran esto [cocaína en Bolivia y Perú] por 1.200-1.800 dólares el kilo… y la venden [en Europa] por una media de 35.000 euros. En Francia este año alcanzó los 80.000 euros. Esto genera beneficios extraordinarios”, afirmó el fiscal Gakiya, que se encuentra investigando al PCC en Brasil.
Marcola, su lider de 55 años, que cumple una condena de 342 años de prisión por asesinato, robo y tráfico de drogas, tampoco es un hombre al que se pueda enfadar. A finales de 2018, Gakiya decidió trasladarlo a una prisión federal de alta seguridad tras el descubrimiento de un audaz complot multimillonario.
El fiscal Gakiya ya no era ajeno a las amenazas de muerte, pero trasladar a Marcola cambió su vida. Los dirigentes del PCC emitieron un “decreto” pidiendo el asesinato del fiscal, condenando a Gakiya a una existencia solitaria que comparó con la vida de Giovanni Falcone, el cruzado antimafia asesinado en 1992.
Otra persona cuyo destino Gakiya espera evitar es Marcelo Pecci, un fiscal antimafia paraguayo que fue asesinado por sicarios en motos de agua el año pasado mientras pasaba su luna de miel en una playa del Caribe con su esposa. Su muerte «No fue obra del PCC, sino del crimen organizado y eso demuestra que pueden encontrarse fácilmente, tal como yo puedo encontrarlos», dijo Gakiya, que conocía a la víctima y no había estado de vacaciones en cinco años.
“Mi gran preocupación es el futuro. ¿Cómo será mi futuro después de jubilarme? ¿Tendré que exiliarse fuera de Brasil para estar a salvo? se preguntó el fiscal brasileño. Por los riesgos que supone el haberse involucrado con grupos criminales que no descansan hasta acabar con lo que vaya contra su trabajo ilícito.El PCC opera también en Paraguay.