La televisión china tiene un trabajo extraordinario aunque el dominio de las tecnologías de edición les está haciendo la tarea un tanto más viable. El Gobierno ha instruido a los canales que transmiten los partidos de Catar 2022 que borren las escenas en las que aparecen aficionados sin mascarilla anti Covid-19.
China, sumida en pleno rebrote de la enfermedad, ha reinstalado la obligatoriedad del barbijo, de manera que ver en las transmisiones desde Doha gente exultante y animando a sus equipos a rostro descubierto podría generar una sublevación de súbditos chinos que ya han hecho saber su incomodidad por la reimplantación de estrictas medidas sanitarias. Los recortes aplicados a las transmisiones impiden, casi siempre, ver las repeticiones de algunos goles generando la furia de los aficionados al fútbol.
No muy lejos de allí, en Irán, la cofradía de ayatolas que lo gobierna ha amenazado con encarcelar y torturar a sus familiares si los jugadores de la selección siguen negándose a cantar el himno nacional al comienzo de cada partido. Lo hicieron durante el partido ante Inglaterra, en solidaridad con Masha Amini, la joven de 22 años detenida por vestir pantalones muy ceñidos y no llevar el velo correctamente. Masha murió salvajemente golpeada por la policía. Disciplinariamente, según la FIFA, la selección iraní podría recibir alguna sanción pecuniaria por adoptar poses políticas explícitas. Pero esa sería una minucia si al volver, los jugadores se encontrarán con sus familias presas, padeciendo torturas a manos de la “policía de la moral” y ellos mismos bajo el riesgo de caer en las garras del Tribunal Revolucionario de Teherán.
En Catar, a los integrantes del movimiento LGTBIQ se les ha hecho una dispensa especial para asistir a los partidos en un país que prohíbe explícitamente la homosexualidad. Pero no deben salirse del carril. No hay que olvidar que en siete países islámicos -Arabia Saudita, Nigeria, Somalía, Mauritania, Yemen, Sudán e Irán- impera la pena de muerte para las prácticas homosexuales. Aunque en Catar no rige, su legislación castiga el “delito” con años de cárcel y terapia de reeducación. Y ojo, las relaciones sexuales fuera del matrimonio pueden llevar a prisión a turistas hasta por seis meses o a la deportación.
Darse un beso en la calle, gritar más de la cuenta o tomarse un trago para festejar está mal visto y es mejor no hacerlo.
Son las reglas del anfitrión. Es dura, pero es la ley.