Foto: La Unión.
Una de las cuestiones centrales de cualquier Gobierno es cumplir los mandatos que significan las promesas en campaña, que llevaron a muchos a tener que optar por su nombre entre los que se ofrecían para presidente.
Mario Abdo llegó al poder a caballo de una fuerte crítica al desgastado y también perverso Gobierno de Cartes, el mismo que intentó por la vía inconstitucional de la enmienda seguir siendo presidente y que acabó con la quema del Congreso y el asesinato de Rodrigo Quintana en el local del PLRA.
El mandato que dio el pueblo a Abdo fue acabar con esto que ya no le gustaba y despreciaba, no solamente el país, sino fundamentalmente el Partido Colorado. Todo iba bien hasta que llegó el acta de Itaipú que terminó haciendo naufragar al Gobierno, y tuvo que salir en su auxilio el que era la razón del porqué él había llegado al poder el grupo de Cartes.
De esta forma se estableció lo que hoy se denomina el Gobierno Abdo-Cartista, o sea, un gobierno bicéfalo en el que se puede observar que, por un lado, el Gobierno permite los trámites comerciales de salida de los productos elaborados por empresas de Cartes hacia el Brasil, mientras éste le garantiza que no abran los votos para el juicio político en la Cámara de Diputados.
Si a eso se le suma también la obsecuencia del sector de Blas Llano del PLRA, absolutamente vendido al grupo de Cartes, ya vemos que las posibilidades de sacarlo por el camino de mal desempeño de sus funciones es un imposible en las condiciones actuales.
Quizás algún gran escándalo que pueda surgir después de los 3 años de mandato el próximo día domingo podamos ver alguna luz al final del túnel, de momento lo que observamos es un Gobierno que se mantiene todavía en el poder por las coyunturas circunstanciales que hacen que tengamos el mismo presidente, que recibió un mandato que él mismo se encargó de enterrarlo pocos meses después de haber asumido.