La crisis económica que envuelve al Paraguay es agobiante; la situación se agrava cada día más, por la falta de implementación de políticas públicas para combatir este mal. Se estima que la pandemia ha dejado 233 mil nuevos pobres en Paraguay y más de 300 mil nuevos desempleados. Hay un grito desesperado de la ciudadanía que pide auxilio ante la falta de alimentos, de oportunidades y la inseguridad.
Los problemas sociales se han profundizado y la gente clama respuestas de los gobernantes. Estamos en un año electoral donde abundan las promesas y la filosofía barata, pero se espera acciones y planes realizables para sacar a los ciudadanos de la crítica situación. La gente quiere respuesta.
Aún estamos a tiempo para salvar a la gente, pero nos queda muy poco.
Paraguay es un país con una población joven y trabajadora, y si los problemas sociales y económicos se han agravado, es por la mala gestión de los funcionarios, nombrados y electos, que administran las arcas del Estado de manera improvisada y corrupta, de espalda a los intereses del pueblo.
Estamos en manos de políticos que no les importa el grito ciudadano. Vivimos en una sociedad cada vez más desigual, en donde hay grupos de privilegiados y gente que saquea las instituciones públicas.
Estamos a tiempo para salvar al Paraguay y a su pueblo, que ya ha soportado las más complejas y dolorosas situaciones. Pero, para eso, los electores deben dar lecciones contundentes a la clase política, no votar por los corruptos e improvisados. Se debe sanear la política y optar por nuevos liderazgos que puedan cumplir con las expectativas ciudadanas.