Los nombres que comienzan a aparecer en varios grupos y movimientos políticos dan cierto nivel de respiro a aquella afirmación de que, “por quienes vamos a votar, si no tenemos opciones”. No pasará alguien que diga: “si, tiene muy buen cartel, muy buenos antecedentes”, pero nadie quiere votar a ese tipo de gente. Ahí ya el problema radica no en las primeras de las cuestiones, sino en la segunda.
Si los paraguayos tuviéramos que darle valor de nuevo a aquellas personas que realmente quieren el sustento en democracia de los votos para alcanzar el poder, podríamos todavía ambicionar un mejor país. Pero si quedamos completamente rendidos ante la evidencia de que el lector paraguayo se compra y se vende, que las elecciones reflejan el estado mendigante, pedigüeño y de pobreza de nuestra población, nada puede cambiar.
Hay una oportunidad que se está abriendo en términos electorales, es el momento de buscar una renovación en la política nuestra, que realmente vuelva a establecer el criterio de confianza entre mandatarios y mandantes. Esta es una cuestión central en los tiempos y especialmente entre los jóvenes que todavía parecen más viejos que los ancianos, porque dice que el Paraguay no tiene futuro para ellos. El Futuro tendrá que ser ganado por ellos a pulso y buscando escoger a quienes mejor se parezcan a las virtudes que ellos poseen.