La degradación de la política paraguaya ha traído consigo el hecho de que muy poca gente buena, decente, con buenos propósitos, quiera ingresar a la campaña electoral y menos a la administración de los entes públicos.
Esto ha generado que muchos malos, ya conocidos, ya probados y ya confirmados, vuelvan a estar en la lista de candidatos a intendentes o de concejales, y no vemos la tan ansiada renovación que esperábamos que la democracia podría generar a lo largo del tiempo.
Hemos pasado más de 32 años y desde hace una buena cantidad de tiempo venimos eligiendo a nuestras autoridades municipales de forma directa, sin intermediación de nadie. Pero ahora el gran asustador de los buenos es el dinero y una gran cantidad de personas que votan sólo porque le pagan el día de los comicios.
La degradación a la que llegó la democracia paraguaya es realmente infinita y sus costos enormes, de cara al futuro que podamos construir entre todos. Ahora el que tiene dinero, no importa de dónde lo saque, es el que verdaderamente tiene opciones.
Hay una vieja expresión latinoamericana que dice “un pobre político es un político pobre”. Esto nos demuestra y nos confirma el hecho de que el dinero se ha pasado a convertir en el factor electoral mucho más importante y trascendente en países de US$ 5.000 ingreso per cápita anual como el Paraguay y más todavía después de una larga pandemia como la que estamos padeciendo.
Hay que liberarse del yugo del dinero y hay que volver a rescatar a los buenos para que ingresen a la política.
